Nm 24,2-7 y 15-17: ¿Por qué una estrella en Belén?

Lectio divina “Palabra vivificante”. P. Fidel Oñoro cjm

Números 24,2-7 y 15-17: ¿Por qué una estrella en Belén?

Seguramente alguna vez nos hemos preguntado por qué aparece una estrella en los pesebres.

El motivo es porque en Mateo 2,2 es la señal que avisa a los sabios (o “magos”) de oriente que nacido el Mesías de Israel. Pero la historia en realidad viene del Antiguo Testamento, del capítulo 22 del libro de los Números.

Primero, contextualicemos el pasaje

Cuenta el libro de los Números que cuando el pueblo de Israel, liderado por Moisés, ya estaba a punto de llegar a la tierra prometida, tuvo que acampar en las estepas de Moab (22,1; ojalá se leyera por cuenta propia todo el relato de Números 22 al 24).

El entonces rey de esta región, llamado Balak, quien tenía conocimiento del último combate y de la victoria de los israelitas sobre los amorreos, decidió preventivamente contratar a un profeta independiente, traído del oriente (de Aram, según 23,7), con el fin de que hiciera uso de sus artes mágicas en contra del pueblo de Israel.

De esta manera, el profeta Balaám, tenía como tarea no sólo evitar la ruina de Balak ―invocando bendiciones sobre el que lo contrató y maldiciones sobre el enemigo― sino, en última instancia, impedir la culminación del éxodo de Israel.

Ahora sí, vamos directo al texto

El profeta Balaám intenta en cuatro ocasiones cumplir con su tarea, pero no lo consigue. El trata de cumplir su contrato, pero en cada ocasión Dios invierte las cosas: en lugar de maldecir, lo que hace Balaam –inspirado por Yahvé- es enviarle grandes bendiciones a Israel.

A pesar de ser un profeta que sale de un trasfondo oscuro, Balaám es un tipo honesto, él deja que Yaveh tome posesión de él y dice la verdad ante todo, a pesar de que le han pagado para que profetice según los intereses de su contratista.

Por eso es interesante notar en el texto de hoy la respectiva acreditación profética que recibe, la cual se repite dos veces en el pasaje: “profecía del hombre clarividente que escucha palabras de Dios, y conoce los planes del Altísimo; que tiene visiones del Todopoderoso, y cae en trance y se le abren los ojos” (Nm 24,3-4 y 15-16).

En el marco de estas palabras se introducen dos predicciones ―las más altas de las cuatro que pronuncia Balaám― sobre el futuro de Israel:

Primer oráculo:
“¡Jacob, qué bellos son tus campamentos!” (24,5-7)

Balaám predice la prosperidad de Israel en todos los sentidos: a nivel urbano el signo son sus construcciones, y a nivel rural la fertilidad de sus sembrados. La gloria de Israel cruzará incluso las fronteras, ya que de su descendencia anuncia la venida de “un héroe que dominará pueblos numerosos” (v.7).

Segundo oráculo:
“Lo veo en el futuro,
lo diviso allá muy lejos:
en el pueblo de Jacob brilla una estrella,
un jefe empuña el cetro de Israel” (24,17)

De nuevo Balaám pronuncia palabras de alabanza para Israel. Con la visión de la “estrella” y del “cetro” se apunta a la esperanza futura, no sólo de Israel sino del mundo entero.

Con estos dos símbolos, la profecía se refiere al surgimiento de la monarquía davídica: David era la “estrella” que el profeta extranjero estaba prediciendo y el hombre al cual se le daría el “cetro” del reino unificado de Judá y de Israel.

BALAAM, EL MESÍAS Y JUAN BAUTISTA

En el judaísmo tardío esta profecía fue interpretada como un anuncio del Mesías, quien sería un rey, un ungido, de descendencia davídica. El Mesías sería “un hijo de la estrella”. Esta profecía está en el trasfondo del relato de los magos y la estrella que leeremos próximamente en Mateo 2,1-10, especialmente en la frase: “Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle” (v.2b).

Al rey moabita Balak no le funcionó el plan de guerra, más bien, por el contrario, Dios hizo de su enemigo un instrumento de bendición.

Igualmente en el camino de Jesús, ya desde su nacimiento ―como efectivamente le sucedió con el rey Herodes―, se presentarán nuevos y peligrosos adversarios.

En el Evangelio de hoy, en Mateo 21,23-27, las máximas autoridades judías se interponen en el camino de Jesús para cuestionar hipócritamente su autoridad.

Pero Jesús revierte el ataque a Él, en un serio cuestionamiento a la actitud
religiosa de los líderes de Israel que no tomaron en serio a Juan Bautista, de ahí que tengan desacreditada su autoridad.

De nuevo hoy la figura de Juan Bautista aparece en primer plano en la pregunta de Jesús: “El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?” (v.25). La bella historia del profeta Balaám, cuyo ministerio oscila entre los intereses “de los hombres” y los del “cielo”, le sirve de telón de fondo al ministerio del último de los profetas que le preparó el camino al Señor y nos cuestiona a nosotros sobre las componendas que hacemos para no tomar en serio la Palabra que viene de Dios.

Oremos…
“Jesús, que vives en María,
Ven a vivir en nosotros
con el espíritu de santidad,
con la plenitud de tu poder,
con la perfección de tus caminos,
con la fuerza de tus virtudes,
con la participación de tu misterio.
Por la fuerza de tu Espíritu
triunfa en nosotros sobre todo poder adverso”.
Amén.
(J. J. Olier)

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