Mt 1,1-17: Tantos nombres, tantas historias y una sola dirección

Lectio divina “Palabra vivificante”. P. Fidel Oñoro cjm

Mateo 1,1-17: Tantos nombres, tantas historias y una sola dirección

“…Y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado el Mesías”

A Jesús no se le entiende fuera de la extensa historia de su familia.

Antes de abordar esta primera página del evangelio de Mateo, tengamos presente el giro que damos hoy. Comenzamos un octavario, ocho días de preparación inmediata para la Navidad. El camino del
Adviento entra en su última etapa.

En las primeras lecturas seguiremos escuchando textos del Antiguo Testamento que están relacionados con la venida del Mesías y en el Evangelio de cada día ―desde aquí hasta el 24 de diciembre― seguiremos paso a paso los eventos relacionados directamente con el nacimiento de Jesús y el 24 a medianoche comenzará la gran fiesta.

Ahora sí, abramos el evangelio según Mateo.

Primero, ¿Por qué comenzar con una genealogía?

La apertura del evangelio de Mateo nos remite hasta los orígenes de Jesús dentro de la historia. Primero los orígenes remotos (Mt 1,1-17) y luego los orígenes próximos (1,18-25). Para ello se vale de la expresión titular: “Libro de los orígenes”, en griego “genéseos”, por tanto “génesis de Jesús “.

Partamos de este dato contextual: en oriente ―como sucede también todavía hoy en los pueblo africanos― una persona que no conoce su árbol familiar (genealogía) es una persona perdida en el mundo. La familia y la tribu a la que se pertenece es una referencia importante para construir la propia identidad.

La genealogía de Mateo 2,1-17 ubica la identidad de Jesús, en cuanto Mesías, en medio de su pueblo.

Como quien dice: Jesús no vino al mundo como un “aerolito” caído del cielo, sino más bien insertándose dentro de la historia humana, que es una historia de familias.

Por eso, en este camino de preparación inmediata para la Navidad, lo primero que hacemos es situar a Jesús en medio de su pueblo, en el amplio contexto histórico al que pertenece y dentro del cual Él tiene un puesto especial.

Segundo, notemos el colorido de la genealogía de Jesús

La lectura suena, a primera vista, un poco monótona ―al menos 39 veces se repite la frase: “fulano de tal engendró a tal persona” ―. Pero en realidad no hay monotonía, en la lista de las generaciones se presenta una serie de acentos que le dan colorido a la lectura.

Al leer muy despacio la genealogía vamos descubriendo que está hecha de muchas generaciones, de personas concretas con destinos concretos, de
conexiones y de sucesos algunas veces irregulares. Pero es que así es toda historia humana.

Nos llama la atención, por ejemplo, la presentacia de algunas mujeres, lo cual no es habitual en las genealogías: Tamar (la nuera incestuosa de Judá), Rajab (la prostituta de Jericó), Ruth (una extranjera) y la mujer de Urías (con quien David tuvo un adulterio). Vemos que no es necesariamente el ideal de familia que se quisiera tener.

Pero todo se comprende mejor cuando llegamos al punto final de la lista.

El Mesías que corona esta lista de generaciones y personas, sana la historia familiar de su pueblo. Él brota de un terreno histórico-familiar en el que no falta alguno que otro pecado, pero allí Él es el Salvador.

Tercero, notemos la conexión familiar con Abraham y con David

El Evangelio comienza diciendo: “libro de los orígenes de Jesús” a quien confesamos como el Mesías (Mt 1,1).

Y aprendemos enseguida que es a través de toda esta larga historia del pueblo de Israel, que Jesús se conecta con David y con Abraham, respectivamente del rey del que parte la dinastía y del patriarca del que origina el mismo pueblo.

Uno, la conexión entre Jesús y Abraham

La lista de los antepasados de Jesús, que comienza en el versículo 2, coloca la raíz de ésta en el patriarca Abraham, ya que se trata del origen de un pueblo que ha sido creación de Dios, nacido de la fe en la promesa del Señor.

Con el llamado de Dios a Abraham comenzó un nuevo caminar histórico de Dios en la historia de la humanidad y por medio de él bendijo a todas las naciones de la tierra (ver Génesis 12,1-3).

El primer mensaje de Mateo es: Jesús es el hijo de Abraham, en quien se realiza esta promesa de la bendición.

Enseguida le sigue una lista de catorce generaciones (7+7: dos veces la plenitud)

Dos, la conexión entre Jesús y David

La lista toma impulso por segunda vez a partir del rey David (v.6b). Comienza así la genealogía de los reyes.

Esta conexión no es extraña porque Jesús es confesado el Evangelio como “el Cristo” (que significa “ungido”) o “el Mesías” (que significa lo mismo). Y término “Cristo” –“Mesías” o “Ungido”- tiene que ver con una de las designaciones del rey de Israel (ver 1 Samuel 9,26-10,1). Pero claro, esto no quiere decir que Jesús sea cualquier tipo de “rey”.

Recordemos que a David Dios le había hecho la promesa de que su casa y su reino permanecerían para siempre (ver 2 Samuel 7,16).

Esta promesa se realiza en Jesús, en cuanto hijo de David. Jesús, entonces, es el último y definitivo Rey y Pastor (ver Mateo 2,6) del pueblo de Israel, prometido y enviado por Dios, esperado por el pueblo.

Tres, cálculos numéricos que transmiten un mensaje de totalidad y plenitud

En la genealogía de Jesús, según Mateo, no basta con hacer una enumeración de nombres, muchos de ellos desconocidos para nosotros, también el número de las generaciones tiene un sentido.

Si observamos los versículos 12 a 16, notamos que, después de las listas que siguen a Abraham y a David, el evangelista coloca una tercera lista que parte del exilio a Babilonia y culmina con Jesús.

Resultan así tres pequeños listados, cada uno de 14 generaciones. Si tenemos en cuenta que el número 14 es el la suma de 2 veces 7, y que siete indica perfección, vemos claramente que Mateo está dando un mensaje con números (7+7=plenitud x 3).

En síntesis, Jesús es la plenitud de la historia de la salvación

Este cálculo que el evangelista hace al final de la lista de las generaciones (1,17), nos hace notar que esta historia no es un caos, sino una serie de acontecimientos dispuestos por Dios.

El curso de esta historia ha sido querido por Dios y Él mismo lo ha orientado hasta su culminación en el Mesías (1,16).

Por lo tanto, toda la historia tiene sentido en Jesús de Nazareth, todo lo que le precede prepara su llegada y con su llegada comienza el tiempo de la plenitud y el cumplimiento. Jesús es el punto culminante y el cumplimiento del actuar de Dios con su pueblo.

Notemos, además, que la serie de las generaciones se interrumpió de improviso en la persona de Jesús.

No se dice: “José engendró a Jesús”, tal como se esperaría, sino “Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo” (1,16). Es decir, que José es el esposo de María, pero no el padre carnal de Jesús.

Por lo tanto, la genealogía termina con un enigma: ¿De dónde viene Jesús, si no es el hijo de José? Este enigma se resuelve en el siguiente pasaje (los orígenes próximos) que leeremos mañana.

En fin…

Hoy aprendemos que Dios realiza sus antiguas y vigorosas promesas al patriarca Abraham y al Rey David, en Jesús de Nazaret.

Lo que comenzó con Abraham, Dios lo ha llevado a término con Jesús. Jesús está profundamente enraizado en la historia de Dios con su pueblo porque proviene de él en la carne.

Precisamente, en esa carnalidad están asumidos y redimidos los pecados de esta historia.

Además, las búsquedas más legítimas del pueblo que progresivamente fue comprendiendo el plan de Dios encuentran en reposo en Él, porque ¡Él es su fin y su cumplimiento!

Oremos…
“Jesús, que vives en María,
Ven a vivir en nosotros
con el espíritu de santidad,
con la plenitud de tu poder,
con la perfección de tus caminos,
con la fuerza de tus virtudes,
con la participación de tu misterio.
Por la fuerza de tu Espíritu
triunfa en nosotros sobre todo poder adverso”.
Amén.
(J. J. Olier)

“Dios es eterno, ha nacido de una mujer
y permanece con nosotros todos los días.
Con esta confianza vivimos,
con esta confianza encontramos
el camino de nuestra vida”
(San Cirilo de Alejandría)

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1 comentario
  1. Maria Claudia Orjuela

    Excelente reflexión

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