El antídoto contra la codicia

Entre los muchos males que aquejan al ser humano se encuentra uno que ocasiona que su corazón se centre en satisfacer un interés propio provocando que crezca una raíz de egoísmo que no consigue satisfacer. En este comienzo de semana, el padre Javier Riveros, director de la Emisora Minuto de Dios Bogotá y Medellín, nos habla de este mal a la luz de las Escrituras y nos comparte la mejor solución para combatirlo.

En el libro de los Proverbios, capítulo 21, verso 26, el escritor nos muestra la condición del corazón del hombre cuando dedica cada día de su vida a codiciar.

“La codicia es una ambición desmedida casi siempre por cosas materiales que lleva a esclavizar al hombre” nos dice el sacerdote eudista. Muchas personas se levantan pensando en cómo conseguir aquello que no tienen no importando los medios a usar para conseguirlo. El @padreriveros nos hace un llamado de atención para que revisemos nuestra vida a fin de identificar si estamos teniendo este comportamiento que nos aleja del Corazón de Dios. No está mal tener riquezas, lo malo es cuando estas comienzan a ocupar un lugar importante en nuestro corazón desplazando incluso nuestra comunión con Dios. “Las riquezas no nos dan la vida, eso es solo una ilusión”

La vida no se nos puede ir codiciando cosas, acaparando objetos y caprichos en busca de satisfacer un deseo o un ego. Pero, el Señor nos muestra en su Palabra cómo es el actuar de un corazón libre de codicia. ¿Quieres ser libre del deseo de satisfacer tus propios intereses? Sencillo; da, da generosamente. Como hijos de Dios justificados y llamados justos por el Padre estamos llamados a dar continuamente. Recordemos la frase del padre Riveros para reconocer a un justo hijo de Dios: “El justo no codicia, no busca satisfacer un deseo personal aun por encima de la necesidad y de la integridad de su hermano. Al contrario, el justo da y no detiene su mano”

Basta con dar para eliminar la codicia del corazón. Demos a manos llenas amor, regalemos un abrazo o un consejo a tiempo, vivamos día a día compartiendo con otros de las bendiciones que el Señor nos a dado. Vivamos nuestra vida dando, ayudando, trabajando y sirviendo. Vive tu día compartiendo con otros y hazlo con alegría; recuerda: Dios ama al dador alegre.

“Señor, gracias por hacerme libre de deseos egoístas. Hoy me determino a vivir intensamente dando de lo que Tú me has dado. No temo en que me falte pues Tú mi Dios, eres mi Proveedor. Quiero gastar mi vida dándotela en servicio continuo a Ti y a mis hermanos. Tú cuidas de mí mientras yo cuido de mis hermanos. Gracias Jesús porque delante de Ti están mis pensamientos y anhelos no te son ocultos. Te amo Señor. Amén”

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