Mc 6,14-29: La cabeza en una bandeja

Lectio. Palabra vivificante. Fidel Oñoro cjm

Mc 6,14-29: La cabeza en una bandeja

La imagen de la cabeza de Juan Bautista sobre el plato podría ser la imagen emblemática del relato que nos ocupa hoy.

Entre la ida y el regreso de la misión de los Doce, Marcos cuenta el final de la vida de Juan Bautista y las circunstancias que acompañan su trágico destino.

Para Marcos ya había sido premonitorio que el comienzo de la misión de Jesús coincidiera con el arresto del Bautista (Mc 1,14). Ocurre ahora que la misión de los Doce coincide con la muerte del Bautista (6,14-29).

Esta conexión, reafirma de forma indirecta que el mandato misionero tiene entre sus condiciones una lógica de ‘entrega’ radical que requiere el don de la propia vida, incluida la posibilidad del martirio.

Veamos el texto.

1. La misión llega hasta el palacio del rey

La predicación toca los oídos del tetrarca Herodes Antipas (6,14). No sólo llega a la gente de forma general (6,12), sino toca el centro del poder político y la estremece.

La predicación de la conversión no sólo va dirigida a los pobres, también hace camino hacia los centros de poder responsables, que en aquel tiempo eran corruptas.

Con la misión de los Doce el nombre de Jesús se hace más conocido y llega a los oídos del rey. Este se inquieta por su identidad.

El evangelio estremece las conciencias.

Curiosamente ‘Herodes oyó hablar de Jesús’, pero de quien se acuerda es de Juan y concluye: ‘Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado’.

Cuando la predicación del evangelio llega a sus oídos, el rey revive su pecado de asesinato. La memoria de su víctima le lleva a pensar que el Bautista está más vivo que nunca.

Un recuerdo nada grato para Herodes. Es una pesadilla que le acompaña.

Por una parte, la violencia mortal no tiene la fuerza de apagar la palabra del profeta quien parece aún presente.

Por otra, el remordimiento acompañará siempre al asesino que no se ha convertido. A menos que…

De esta manera vemos que la muerte de Juan no es el final de una misión injustamente truncada, sino el comienzo de una inesperada fecundidad.

No podemos dejar de ver una sutil conexión entre la historia del martirio de Juan y la misión de Jesús (y de los Doce) que está en progreso. Lo que ocurre con Juan, anticipa el misterio de la pasión, muerte y resurrección de que marcará un giro decisivo en la historia de la salvación.

2. La historia de un pecado

¿Cómo fue que un rey que admiraba tanto la predicación y la persona de Juan se dejó enredar hasta el punto de mandar a matarlo?

El narrador elabora cuidadosamente la historia del asesinato, representando a Herodes como un hombre continuamente dividido y prisionero de sentimientos contradictorios.

La historia progresa en cinco pasos.

Uno. Nos pone en contexto

Herodes, hombre público, le ha quitado la mujer a su hermano, también rey. Una historia digna de cualquier telenovela actual con tema de infidelidad.

El profeta Juan Bautista denuncia la situación, pero le sale caro. Herodías lo aborrece, en cambio Herodes lo respeta, lo reconoce como ‘un hombre honrado y santo, y lo defendía’, dice el narrador.

El punto es que Herodes escucha la verdad, pero no da el paso. ¿De qué sirve tener en casa todos los días la voz del profeta cuando no hay interés en cambiar?

Dos. Llegó la ‘ocasión’

El narrador lo llama ‘el kairós’, término generalmente positivo en los evangelios, pero que aquí connota lo contrario.

Se trata de un banquete de cumpleaños. Herodes reúne la gente más importante y exhibe ante ellos su poder.

Tres. Se prende el ambiente

Los invitados se entusiasman con la danza y el rey, para agradar a todos, hace un ofrecimiento público acompañado de un juramento.

Vuelve a exhibir su delirio de ominpotencia: ofrece lo que no puede ofrecer. Comete una imprudencia.

Cuatro. El conflicto interno del rey

El rey se entristece, pero no cede ‘por el juramento y los invitados’.

Incapaz de ceder, el rey manda decapitar a Juan.

Cómo puede verse, es incapaz de controlar sus propias palabras en medio de la euforia. Así, en su estado de confusión, toma la peor decisión, con la cual aplasta, destruye, decapita.

Herodes no es capaz de descender del trono de su ego para ir al encuentro del otro.

Quinto. Juan Bautista muere

El banquete festivo se transforma en un espectáculo macabro.

Su cabeza pasa de mano en mano: la del verdugo, la de la joven y la de Herodías que lo recibe como un triunfo de su propósito.

Al final, cabeza y cuerpo entero terminan en manos de los discípulos que se ocupan del funeral.

3. La Palabra pasa a examen la conciencia

El lector asiste a cada una de estas escenas desde un ángulo privilegiado que le permite ver a fondo el juego de pasiones puesto en escena.

Ve cómo Herodes quiere mantener siempre el control ante todos, asegurar su estatus como rey. Y también el revés cuando en un giro inesperado toma una decisión que parece asegurar su autoridad. El lector sabe que la cosa se le salió de las manos.

En cuanto el rey exhibe su poder sobre el profeta y muestra ante sus invitados que tiene el control, el lector se da cuenta de otra cosa, asiste a un proceso de degradación del rey:

– No afronta la verdad. La sabe pero no cambia.
– No tiene control sobre sus emociones, no parece darse cuenta de que al ofrecer hasta la mitad de su reino a una joven bailarina está poniendo a su pueblo en grave riesgo.
– No es capaz de ceder cuando se da cuenta del error y toma una decisión basada en la conservación de su honor ante sus nobles invitados.

En otras palabras, uno que intenta mostrarse como inteligente y poderoso, pero resulta ser lo contrario: superficial, estúpido e imprudente. Irónicamente, el que debe defender a sus súbidtos es quien los mata, sólo por mantenerse en su poder.

¿Quién puede confiar en un rey así?

Se trata, como ya dicho, de una ironía que personifica a un hombre que es víctima de su poder. Entre más altas son las responsabiilidades mayor es el riesgo de perder la flexibilidad interna. Todo por cuidar la imagen.

Pero se trata también de alguien que, a pesar de todo, todavía se deja estremecer por la Palabra.

Y es que todo esto es contado a propósito del efecto que tiene la predicación de los discípulos misioneros, cuyo anuncio ha tocado la puertas del palacio… y de la conciencia del Rey.

El narrador no saca moralejas, deja a cada lector reflexionar serenamente y sacar por sí mismo las conclusiones.

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