Juan 4, 43 – 54: Una fe que te pone en camino

Lectio ‘Palabra vivificante’. P. Fidel Oñoro cjm

 

Jn 4,43-54: Una fe que te pone en camino

 

El dolor paraliza, pero la fe me hace echar para adelante, me pone en camino.

 

Pues sí, hay situaciones que ponen a prueba la consistencia de la fe de uno. Una de ellas puede ser la grave enfermedad, con pronóstico fatal, de un ser querido, como un hijo.

 

Esa es precisamente la historia narrada en el segundo signo narrado por Juan. El narrador nos hace volver a Caná de Galilea (4,46), ya no para contar el apuro de una pareja el día de su matrimonio, sino la relación entre padre e hijo a punto de cortarse por una muerte cercana.

 

El narrador se permite un comentario sobre el contexto de este regreso de Jesús a Galilea: allí el auditorio está dividido con respecto a su opinión sobre Jesús, unos lo admiran y otros desconfían de él. Esta división fue prevista desde el prólogo de este cuarto evangelio (1,5.11-13).

 

La sombra del rechazo es prevista por el mismo Jesús, quien prevé una resistencia: ‘Pues Jesús mismo había dado testimonio de que un profeta no es honrado en su propia tierra’ (4,44).

 

Con todo y esto, esta vez hay una acogida. La reacción positiva se debe a las voces de peregrinos que han ido con Jesús a Jerusalén y habían sido testigos de lo que hizo allí durante la fiesta (4,45).

 

Es de este trasfondo que aparece de repente este padre de familia desesperado que busca la ayuda de Jesús. Y es identificado no sólo como un papá, sino como un funcionario nada más y nada menos que del gobierno del rey Herodes (4,46: ‘Un funcionario real’).

 

Él encarna la reacción positiva ante Jesús, una persona que partiendo de esta oscura situación de dolor hace un precioso, luminoso y restaurador camino de fe.

 

En el relato hay detalles sutiles que muestran cómo es que al interior de una dinámica de fe se lleva a cabo una sanación.

 

Observemos esta dinámica de la fe de este padre y administrador público sufriente:

 

1. Un papá atribulado que se deja cambiar las expectativas

 

‘El hijo estaba a punto de morir’ (4,47).

 

Podemos percibir la intensidad de la súplica de este papá que está al borde de la desesperación. No sólo ‘ruega’ (4,47), sino que se pone intenso y apura a Jesús: ‘Baja antes de que se muera mi hijo’ (4,49).

 

Este papá anhela la presencia de Jesús en su casa. Su comportamiento se ajusta a los parámetros aprendidos. Está convencido de que la sanación solamente puede darse a través del contacto físico con el sanador.

 

Y es aquí donde Jesús le lleva a dar un giro: la novedad de la vida se genera por medio de la fe en la Palabra, no por el despliegue de medios y energías.

 

Una palabra es suficiente para poner en camino: ‘Vete’, le dice Jesús, ‘que tu hijo vive’ (4,50).

 

Y el instante resulta luminoso: el papá ‘creyó en la palabra que Jesús le había dicho’. Y esta fe en la Palabra ‘lo puso en camino’ (4,50).

 

Y así hizo el viaje, en bajada, desde Caná hasta Carfanaún, a la orilla del lago. ¿Cómo viviría esos 38 kms de recorrido, cuando un día antes ha dejado a su hijo en las últimas? Era un viaje de un día (ver los v.52-53).

 

Además, no hay que olvidar que el progatonista de esta historia es un funcionario real (4,46), es parte del staff de la corte del tetrarca Herodes Antipas, y no pertenece al grupo de la gente piadosa. En la práctica era un pagano.

 

Y él creyó sin conocer bien a quien invocaba. Con el tiempo sus ojos descubrirán lo que su corazón se atrevió a creer.

 

El Maestro no lo decpeciona. La segunda parte del relato (4,51-53) está dedicado a la constatación del poder de la Palabra de Jesús.

 

El punto es que el papá le permitió a Jesús cambiarle sus expectativas. No se desilusionó por el hecho de no haber podido traerse físicamente a Jesús hasta su casa, como era su proyecto inicial. Con todo, trajo a Jesús a su hogar de otra manera.

 

2. Lo que te regala la fe en la Palabra

 

¿Cómo reacciono cuando Jesús no secunda mis peticiones?

 

Aquel papá atribulado no sólo fue dócil, sino que aprendió una lección: de nada sirve un contacto físico si antes el corazón no se deja tocar por una palabra que pide hospitalidad.

 

Una fe que sólo pide milagros es una fe inmadura. La respuesta de Jesús a la petición no pasaría de un acto mágico. Pero la obra de Jesús es otra cosa, es el ‘signo’ de una revelación, de una presencia que te da un nuevo conoce Dios y te cambia la vida entera.

 

De hecho, como hace notar el narrador en la conclusión de la historia, a partir de aquí, Jesús comienza ser parte, no sólo de la vida del papá, sino de la casa entera: ‘Y creyó él y toda su familia’ (4,53).

 

Entonces, ¿Cómo es una fe que pone en camino?

 

Uno. El papá se dejó mover por el amor por su hijo. Por eso no le importó perturbar al Maestro. No es sino ver la primera reacción de Jesús, que es negativa: ‘Si no ven signos y prodigios, no creen’ (4,48).

 

Dos. El papá angustiado supo pasar de la fe en los signos externos a la fe en Jesús, quien es el signo por excelencia. Hay que notar esto: al principio le creyó a la palabra de Jesús (4,50), pero al final en quien creyó fue en la persona misma de Jesús (4,53).

 

Tres. Por medio de la confianza en la palabra, la ausencia física se convierte en presencia total. Jesús comenzó a habitar en ese hogar. El último paso es que no sólo creyó el papá, sino la familia entera

 

A partir de esto, podríamos preguntarnos qué es creer.

 

Creer es dejarse poner en camino para salir de la postración, sostenidos sólo por la confianza en la palabra que Jesús ha pronunciado.

 

Creer es dejarse mover por el amor, como el de este papá que se resiste a perder a su hijito.

 

Creer es aceptar la verdad de la palabra y, por medio de ella, abrazar a la persona entera de Jesús.

 

Creer es pasar de los signos externos al signo por excelencia que es el

hijo de Dios.

 

Creer es pasar de la desilusión a la confianza, de la angustia a la serenidad habitada por una certeza que le da seguridad a tu corazón.

 

Creer es hacerse humilde, no importa los títulos de honra pública que tengas, es reconocer nuestra pobreza y nuestra vulnerabilidad ante los límites de la vida.

 

3. Una lección tan inolvidable cuanto necesaria

 

No hay que dejarse decepcionar. Aquel padre de familia cuya tarjeta de presentación ante Jesús no fue su noble oficio de ‘funcionario real’, sino la pequeñez de su humanidad estremecida y sacudida por un dolor, su corazón arrugado por una pérdida que parecía irremediable, es un excelente modelo de cómo afrontar este tipo de ocurrencias.

 

El papá no se deja bloquear ni es rígido, más bien es dócil para dejarse cambiar la expectativa sobre cómo se podría revertir la situación.

 

Este fue su secreto: renunciar a sí mismo y creer en la palabra de aquel que en el evangelio es ‘la Palabra’ (Jn 1,1) que viene a habitar en medio de nosotros (1,14) y en nosotros (14,23). En el momento en que Jesús habla y el hombre cree el milagro ocurre (ver 4,52-53).

 

El viaje de vuelta, una ‘bajada’, nos recuerda que el ‘Verbo’ bajo para encarnarse, para ponerse al lado de la humanidad sufriente y al borde de la muerte.

 

Esta lección del papá valiente que afrontó el día más oscuro de su vida desde la fe en la palabra y en la persona de Jesús, nos regala una última imagen: una fe que te pone en camino.

 

Como hemos notado, todo ocurre en un viaje de ida vuelta entre Cafarnaún y Caná, subida y bajada de montaña en la baja Galilea, con dos polos distantes: un hijo moribundo por una parte y Jesús por otra. El Papa no pierde de vista a ninguno de los dos, ni a su hijo moribundo ninguno ni Jesús Señor de la vida, no los pierde de vista en su camino solitario. Y es su fe la que los junta dentro de su corazón.

 

De ida va con el corazón cargado por el peso del dolor, de regreso sólo trae consigo la verdad y la eficacia de la Palabra del Señor.

 

Fue así como le abrió las puertas su casa a Jesús. Y Jesús entró.

 

En fin…

 

Jesús, el Señor de la Vida, entra con fuerza en la vida y el hogar de quien se hace humilde para tender la mano para pedir ayuda.

 

Jesús cambia la vida y el hogar de quien, movido por la fe en su Palabra, se pone en camino.

 

Jesús se pone del lado de todo aquel que se hace custodio y protector de la vida de los otros, sobre todos de los hijos y de los más frágiles.

 

Jesús entra en sintonía con quien es capaz de afrontar las adversidades con pasos decisivos y mantiene en alto la esperanza en los días más difíciles.

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