PENTECOSTÉS PERMANENTE PARTE 4

Espíritu de Amor

El amor es la expresión de lo que debe ser la Iglesia y de lo que es Dios. Como lo dice la carta de San Juan: Dios es amor (cf 1 Jn 4, 8).

En el Nuevo Testamento se asocia el Espíritu Santo con el amor. La carta a los Romanos habla del “amor de Dios, derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”. (Rom 5, 5).

Este texto y otros varios que aparecen en la Biblia fueron ayudando a descubrir que el Espíritu Santo es el amor de Dios, hecho persona, el amor hipostasiado, dicen los teólogos. En la Santísima Trinidad, al Verbo de Dios, a la Palabra que se encarnó en las entrañas de María se le identifica con la Sabiduría eterna y al Espíritu Santo se le identifica con el Amor. Él es un amor tan grande, que es una Persona divina.

Jesús estuvo lleno de amor: el Espíritu de Dios lo ánimo toda la vida: El Hijo de Dios se hizo hombre por obra del Espíritu Santo, y ese misterio de la encarnación se realizó por amor (cf Jn 3, 16). También por amor se entregó Jesús por nosotros (cf Jn 15, 13; Gál 2. 20). De ese amor inmenso, nada ni nadie nos puede separar (cf Ef 3, 17-19; Rom 8, 35), pues Él es el que nos ama (cf Ap 1, 5).

Ese amor de Jesucristo, simbolizado en su Corazón y en sus heridas, es el mismo Espíritu Santo, que lo ungió. Esa fue la enseñanza que San Juan Eudes recordó con insistencia en su predicación y en sus escritos. Este sacerdote subrayó insistentemente cómo toda la vida de Jesús, movida por el Espíritu Santo, fue la permanente manifestación del amor de Dios por la humanidad.

Padre Diego Jaramillo, CJM (presidente Organización Minuto de Dios)

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