La herida Sanadora

El dolor puede tocar las puertas de nuestra vida en cualquier momento. Sea la pérdida de un ser querido, una falta a la confianza dentro de la pareja o una enfermedad que amenaza con sesgar nuestras vidas. En la motivación del día de hoy, en el espacio radial de la mañana de Hoy es tu día, el padre Javier Riveros, sacerdote eudista, nos presenta al primer sufriente y nos dirige en un tiempo de oración a favor de todos los descartados de la sociedad.

En el capítulo 53 del libro del profeta Isaías, podemos encontrar una profecía que nos habla del sufrimiento que habría de padecer el Salvador del Mundo, de cómo sobre Él serían echadas todas las faltas, dolores y sufrimientos de la humanidad y de la redención completa que daría su sacrificio a todos los redimidos por Él.

“El Señor revela su Poder sobre el siervo sufriente y esta manifestación nos desconcierta” dice el padre eudista. Sí, es verdad, nos desconcierta porque como humanos, estamos acostumbrados a que las cosas o que las situaciones bellas y amables sean las que se usen para maravilla del ojo humano y para inspirar admiración, pero con Dios es diferente. Él no se condiciona por patrones físicos de belleza o por condiciones excepciones. Dios toma lo descartado, lo que el mundo ha puesto a un costado y se glorifica en él, pero ¿quién es este descartado? El mismo que Lucas presenta como la piedra que los edificadores rechazaron y que pasó a ser piedra angular: Jesucristo (Hechos 4;11).

Hoy nosotros podemos estar experimentando el quebranto por el rechazo y el menosprecio, o tener heridas por causa de un hecho de humillación pero “esta palabra es para recordarte que Jesucristo asumió nuestro dolor, nuestras heridas, fracasos y frustraciones” nos dice el @padreriveros. Cristo vino al mundo a rescatarnos pero al hacerse humano también asumió las cargas que conlleva dicha condición, es decir, sintió el dolor que produce el rechazo, la humillación, la negación y la traición; por eso, cuando Él nos dice que le entreguemos nuestras aflicciones es porque Él conoce de primera mano el peso de cada una de ellas. Cristo, cargó sobre sus espaldas con el peso de toda frustración y enfermedad y las llevó a la cruz. Fue tal el dolor y las heridas que el profeta lo presenta como alguien desfigurado por el peso del sufrimiento y del pecado, que nadie quería tan siquiera verle.

“El Dios que hoy te presento no huye del dolor ni del sufrimiento; y si Él es así, nosotros tampoco debemos huir de nuestras angustias” Jesús podía rehusarse a llevar sobre sí todo ese peso, podía negarse a cargar con todas nuestras dolencias, pero el Amor sin medida hacia nosotros le hizo mantenerse firme, soportando el castigo de nuestra para nosotros recibir la sanidad por su Herida. Hoy, su Costado sigue brindándonos la salud, su herida nos hace libres y su Sangre nos redime; por eso, no te conformes con vivir postrado, no le des cabida al dolor en tu vida, rechaza esa enfermedad que amenaza con truncar el propósito de Dios en tu vida y levántate; háblale a tu dolencia, a tu fracaso y dile que “Cristo es el que sana, Cristo es el que levanta y hoy por Su Poderosa Sangre que emana de su Costado toda enfermedad del cuerpo y del alma es curada”

“Gracias Amado Jesús por tomar mi lugar, por llevar mis dolencias y el quebranto de mi corazón; tu Sacrificio me ha hecho libre. Hoy corro a tus brazos, y aunque el mundo me rechace sé con toda seguridad que Tú me recogerás en tus Brazos. Soy libre y sano por tu Herida. Para Ti es mi amor y mi adoración siempre. Amén”

El padre Javier Riveros es director de la Emisora Minuto de Dios Bogotá y Medellín.

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