La Iglesia celebra una de las solemnidades más grandes y bellas de la Bienaventurada Virgen María, ella, por los méritos de Cristo y habiendo sido preservada de toda corruptibilidad por el Padre fue asunta en cuerpo y alma al Cielo.
María es la llena de gracia:
Ella es la criatura que ha sido santificada y ha degustado de primera mano la plenificación de la voluntad de Dios en su vida, es la Madre del Señor, proclamada así por el Concilio de Éfeso del 431. Todos sus actos estuvieron mediados por el actuar del Espíritu Santo en su vida, sin embargo, nunca perdió la humildad y la sencillez con la que le dio el Si al Señor. Por lo anterior, fue meritoria de la máxima exaltación y es ejemplo de lo que sucederá con todos aquellos que son fieles a la voluntad del Creador.
El dogma:
Este dogma nace de una antigua fiesta que se celebraba en Jerusalén hacia el Siglo VI, esta se llamaba la Dormición de Santa María y según un texto apócrifo de aquella época se decía que María experimentar la muerte temporal, pero por su preservación del pecado no fue retenida por esta sino llevada a la gloria plena. El Papa Pio XII definió con la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus Del 1 de noviembre de 1950 que María fue Asunta al cielo en cuerpo y alma.