La Virgen Orante:
Orar es dialogar con Dios. Es poderle decir nuestras súplicas y nuestras alabanzas. Es elevar a Él nuestra acción de gracias y decirle nuestro arrepentimiento.
Aunque sea en silencio, aunque apenas modelemos unos murmullos, nuestras palabras llegan a los oídos divinos si las decimos con la fuerza del Espíritu Santo.
María vivía bajo la nube del Espíritu que la cubrirá con su sombra. Ese Espíritu la impulsó a emprender una misión, yendo a casa de sus parientes Isabel y Zacarías. Al llegar a ese hogar saludó, y cuando sus palabras llegaron a los oídos de Isabel, Juan Bautista, cuyo cuerpo se estaba gestando en las entrañas de su madre, empezó a dar saltos de júbilo y fue bautizado en el Espíritu Santo.
María sabía que la verdadera plegaria no era tanto derramar ante Dios la larga letanía de sus necesidades ni el himno triunfal de sus flores, si no dejarse llenar por Él, para que la vida responda plenamente su voluntad de santificación para los hombres. María nos enseña a orar; nos dice, no con palabras sino con su ejemplo: «Llénate del Espíritu, llénate de Jesús, deja que ellos oren en ti».
Padre Diego Jaramillo, CJM (Presidente Organización Minuto de Dios)
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