El ser humano está inmerso en una realidad, goza de un contexto y tiene relación con los que están a su alrededor; esto hace parte de su esencia y resalta que no está hecho para estar solo. El hombre al encontrarse con el misterio de Dios logra comprender que es finito y que tiene ciertas limitaciones que debe trabajar para lograr estar en plenitud en el Padre.
Reconocer las faltas, los problemas, las dificultades no es fácil. Este es el primer paso para comenzar a crecer, estar más cerca del Señor y poder tener un encuentro transformador. La sanación es un proceso que llega a la vida del hombre en la medida en que este tiene apertura y deseo de cambio. Se puede definir como un proceso que va más allá de lo físico, es un proceso que cobija la integralidad de la persona. No es tan sencillo como parece ya que este se encuentran muchos altibajos que tienen como finalidad aportar al bienestar y al crecimiento humano.
¿Quién sana?
En el Evangelio de Mateo se cuenta que es en Jesús donde se encuentra la sanación. Él es el que tiene el poder sobre todas las cosas, momentos y circunstancias; inclusive en nuestras vidas. Se ha creado en el imaginario colectivo que el hombre es autosuficiente y que tiene la capacidad de afrontar los problemas con sus propias fuerzas. No obstante, el Señor recuerda de manera constante que es de la mano con su Gracia dónde el hombre es robustecido y encuentra el bálsamo sanador para su vida.
Por lo anterior, reconocer las heridas, querer levantarse y buscar del Señor es una actitud correspondiente a su amor.
¿Quíenes son sanados?
Marcos 2 ,17 recuerda que los que necesitan al médico son los enfermos, es decir, Jesús ha venido a sanar a todo aquel que se reconoce como frágil. Cristo busca lo mejor para el hombre, el ama de manera sobremedida a toda la creación y aunque no resulta fácil es con la ayuda del Espíritu Santo que se da una nueva creación en la vida de quien desea ser transformado por el Padre.
