El Señor nos ha hecho sus hijos y también sus colaboradores y como tales, requerimos ser enseñados, capacitados en toda buena para que al final seamos construcciones robustas, firmes, dignas de su Arquitecto y Constructor.
En la enseñanza que el padre Javier Riveros, sacerdote eudista del Minuto de Dios, ha compartido con toda la audiencia radial de la Emisora Minuto de Dios en Bogotá y Medellín, de la cual es director, nos muestra cómo el Señor nos edifica cada día, no solo como individuos sino junto a nuestros hermanos con los cuales hacemos su Obra.
El @PadreRiveros basa su enseñanza en la primera carta a los Corintios, capítulo 3, versos del 9 al 15, en donde Pablo le recuerda a la Iglesia de Corinto que todos somos compañeros y partícipes de la obra del Señor, pero quien siembra y edifica nuestras vidas es Él. “Dios es el Sembrador, y todo el tiempo nos está sembrando la semilla de su Palabra” nos dice el padre Javier. El Padre pone en nosotros semillas de esperanza, nos permite ver milagros y ser protagonistas de ellos. De igual manera, el Señor está edificando nuestras vidas; nosotros somos la obra de sus Manos, por lo tanto, como sembradío y construcción suya, le pertenecemos.
Nuestra vida está siendo construida sobre un fundamento, y “ese fundamento es Jesucristo, el fundamento sólido, estable y verdadero”. Es, a partir de esta verdad en nuestras vidas que el éxito de todo lo que emprendemos está determinado por su cimentación; si construimos lejos o fuera de Jesucristo nuestro proyecto de vida, este corre el riesgo de ser destruido por las primeras tormentas que lo amenacen, por eso “se trata de construir nuestra vida, nuestra familia y nuestros sueños en la Roca Firme”
Ahora bien, Cristo es el Fundamento, pero nosotros determinamos con qué clase de materiales queremos construir nuestra vida. Sobre el mismo fundamento, unos construyen con oro y plata, mientras que otros lo hacen con madera y paja, es decir; el mensaje de Salvación llega a todos, recibimos el don del Señor, pero cada uno construye según su voluntad. El oro, la plata y las piedras preciosas hablan de una vida de oración y ayuno, de escudriñar las Escrituras, de hablar a otros del Amor de Dios y de vivir en ese amor haciendo el bien a todos. Por otra parte, la madera, la paja y las cañas son representación de una vida que practica la hipocresía, que se deja dominar por la pereza, que alberga dudas en su corazón y carece de perdón. Es importante en este día analizar con qué clase de material estamos edificando nuestra vida, porque en el día del juicio, todas nuestras acciones deberán ser probadas para ser halladas aptas para el Reino de los Cielos. “Si nuestra vida es resistente, tendremos nuestra paga; si por el contrario, nuestras obras son consumidas por el fuego perderemos no solo el trabajo sino también nuestra alma. Nada logrará salvarse”
Dios es el Constructor de todo. Él está construyendo su casa con nosotros y la fundamenta sobre Cristo; la estructura es la Palabra de Dios, la cual se vuelve cada vez más resistente en la medida en que la leemos y la ponemos en práctica. Démosle en este día unos excelentes acabados a nuestra casa; la oración, el ayuno, las vigilas le dan un recubrimiento insuperable, claro está, todo esto sumado a los dones y carismas del Espíritu Santo en nosotros, las cuales son las piedras preciosas que embellecen esta construcción.
“Dios de mi corazón, muchas gracias por rescatarme, por sacar mi vida de la miseria y darme la oportunidad de ser una nueva construcción, bella y resistente, cimentada sobre la Roca Eterna que es tu Hijo Jesús. Hoy me comprometo a sacar todos aquellos materiales que la debilitan, me comprometo a cambiarlos por tus materiales, materiales fuertes, resistentes, imperecederos e indestructibles, materiales que me llevan a la Vida Eterna. Gracias por ser mi Constructor y mi Sembrador. Amén”