Lectio ‘Palabra vivificante’. P. Fidel Oñoro cjm
Mc 7,1-13: ¿Comediantes de la religión?
Jesús vivía las situaciones de frontera de la vida, encontraba a las personas allí donde estaban, en los campos y ciudades, en las casas y en las plazas, y atravesaba con ellas los territorios de la enfermedad y del sufrimiento.
De este ambiente misionero venía Jesús, trayendo en los ojos el dolor de los cuerpos maltratados y de historias de vida sufridas, pero también la alegría incontenible de los que quedaban sanados.
De repente nuevos personajes entran en escena.
1. La crítica de los fariseos: Jesús puesto en examen
La narrativa es interrumpida por un choque frontal entre el comportamiento novedoso de Jesús y el modo de pensar muy devoto de los escribas y fariseos que llegan desde Jerusalén en calidad de guardianes de la tradición (7,1).
Los fariseos hacen sentir su crítica porque los discípulos no se lavaban las manos como mandaban las prescripciones (7,2-5).
Jesús es fastidiado con pequeñeces: manos lavadas o no, cuestiones de vajillas y de objetos, de rituales y apego a las prescripciones.
Esta crítica hace que se ponga en el centro de la atención el tema de la pureza.
¿Por qué se le dio tanta importancia a este tema?
Porque según la mentalidad bíblica ésta es determinante para la relación con Dios, el estar cerca (pureza) o lejos de él (impureza).
Por eso mismo el estar en situación de ‘pureza’ delimitaba también la frontera entre el pueblo de Israel y los paganos, considerados ‘impuros’ por naturaleza y por tanto lejos de Dios. Tema que vendrá luego.
¿Y por qué aparece este tema aquí?
Recordemos que los discípulos iban en misión ‘a la otra orilla’ pero no llegaron. Ahora Jesús los prepara.
Para desbloquear la actitud de distanciamiento hacia el mundo pagano, que tendrán que afrontar más adelante, se necesita una nueva mirada, una relectura radical de la ‘tradición de los antepasados’ y aclarar dónde está el verdadero núcleo de la ‘pureza’.
¿Qué enseña Jesús?
La enseñanza de Jesús al respecto es fuerte. No sólo hace un replanteamiento de la mentalidad religiosa común, sino que hace también una denuncia profética sobre la manipulación de la ‘voluntad de Dios’ para servir a otros intereses.
Lo hace con una cita profética y poniendo un ejemplo concreto. Veamos…
2. Jesús responde: Volver a escuchar al profeta
Jesús le responde a los fariseos, no refiriendo tradiciones, sino remitiéndose a la Palabra de Dios.
Les cita al profeta Isaías:
‘Este pueblo me honra con los labios,
/pero su corazón está lejos de mí.
/En vano me rinden culto,
/pues enseñan doctrinas
/que son preceptos de hombres’
(Is 29,13).
Ocurre que la tradición de los antiguos hacía pasar como mandamiento divino lo que de hecho eran normativas humanas.
Se entiende cómo la réplica de Jesús sea tajante y al mismo tiempo cargada de dolor: ‘¡Hipócritas! Ustedes tienen el corazón lejos de Dios’.
Pues sí, lejos de Dios y lejos del hombre. Y estos guardianes de la religión armaban líos y conflictos públicos cuando alguien no se ajustaba a esas reglamentaciones humanas.
Jesús pone el dedo en la llaga. Les dice que el verdadero problema está en la contradicción entre lo externo y lo interno.
El problema está en el cuidado celoso de un culto pulcro en la exterioridad de los gestos y de las palabras, pero sucio en la interioridad de las motivaciones del corazón.
Es que es posible hacer todo de forma correcta a la vista de todos, pero el corazón puede seguir siendo malo, alimentando rencores, patrañas o planeando cosas contrarias al querer de Dios.
Por eso Jesús les dice de frente el calificativo ‘hipócritas’, que significa actores o comediantes. Con ello denuncia la incoherencia entre la rectitud del comportamiento externo y las motivaciones internas. Y es que por fuera uno puede estar cerca de Dios en el decoro de la liturgia, pero por dentro ser un sinvergüenza.
Este es el gran peligro para los creyentes de todos los tiempos: vivir una religión del ‘corazón lejano’, hecha de prácticas externas, de fórmulas recitadas sólo con los labios, de ceremonias bonitas. Devociones y liturgias que resultan ser obras de teatro.
Puede uno resultar dándole más importancia al incienso, a la belleza de la música, a la precisión de la liturgia, pero no socorrer a los huérfanos y a las viudas (como dice Santiago 1,27).
¿Cuándo el corazón está cerca de Dios? ¿Cuál es el criterio que determina que uno está en sintonía con su voluntad?
2. Cómo se vive la voluntad de Dios
Dentro de las diez posibilidades que da el Decálogo, Jesús escoge una. Toma como ejemplo la manera como se practicaba el cuarto mandamiento: ‘Honrar a padre y madre’ (Ex 20,12).
Este mandamiento estaba originalmente destinado a custodiar la responsabilidad de los hijos con los padres en todas las etapas de la vida, sobre todo cuando mayores.
Es como si se dijera: Si tus padres cuidaron de ti cuando no podías valerte por ti mismo, cuando ellos lleguen a la ancianidad tú debes cuidar de ellos. No se vale decir: ‘Es que son muy pesados…’. ¿Y es que ellos no te tuvieron paciencia cuando eras niño?
Y este mandamiento era tan fuerte que Ex 21,17 lo pone en estos términos: ‘El que maldiga a su padre o a su madre, morirá’ (Ex 21,17). Cuidado con el maltrato físico o verbal con los progenitores. Para la Biblia es grave. ¿Qué ambiente se vive en nuestros hogares hoy?
¿Pero, como manejaban estas situaciones los fariseos?
Jesús dice que se las ingeniaban con argumentos religiosos para no cumplir con esta responsabilidad.
En concreto, se excusaban con un voto santo que ponía en serio peligro la vida de los progenitores. Este voto era llamado en hebreo ‘korbán’ que significa ‘ofrenda consagrada a Dios’.
Según Nm 30,2-4 todo voto hecho a Dios se volvía una obligación y era vinculante. Los escribas en el s.I dC discutían sobre esto: si el dinero destinado al sostenimiento de los padres podía ser destinado a las ofrendas y diezmos que se daban en el Templo.
Jesús da un punto de vista preciso: ningún voto con efectos sociales negativos, o sea, que perjudique la obligación de socorrer a otro, se puede considerar oportuno.
Curiosamente la Mishná hebrea, siglos después, irá en esta misma dirección de Jesús, allí se dirá que el imperativo de honrar a padre y madre es superior y prioritario sobre cualquier tipo de voto (ver Mishná, tratado Nedarim 9,1).
Lo que salta a la vista, entonces, es una contradicción: un voto que tenía efectos muchos más graves sobre la vida de los progenitores y que resultaba peor que una maldición.
La lógica es esta: si por una parte la maldición era castigada con la muerte, el voto los exponía al riesgo de morir. Pero no, ellos ponían ese voto, que era prescripción humana, al mismo nivel del mandamiento divino. Era una forma ingeniosa de esquivar una responsabilidad con la familia y, peor, valiéndose del nombre de Dios.
Y este era apenas un ejemplo. Al final Jesús agrega: ‘Y hacen muchas cosas semejantes a estas’ (7,13b).
El punto central es este: el querer de Dios queda anulado por ocurrencias humanas. Más clara no puede ser la enseñanza de Jesús:
‘Anulan la Palabra de Dios con la tradición’ (7,13a).
Y llegado a este punto, Jesús desciende enseguida al problema de la interioridad, es decir, del corazón. Es ahí donde Jesús identifica la base de una auténtica observancia. Este punto lo veremos mañana.
Entonces…
Jesús pone de lado las super estructuras, los formalismos vacíos, todo lo que es costra cultural, como cuando la ceniza resulta más importante que el fuego. En el mundo hebreo se llamaba ‘la tradición de los antepasados’, ¿hoy cómo se llama?
Jesús propone un libre y nuevo retorno a la Palabra de Dios. Es un paso liberador y renovador.
¡Qué respiro de libertad viene con Jesús! El evangelio es una bocanada de aire fresco dentro del ambiente asfixiante de algunos ambientes religiosos.
La invitación es para volver a la Palabra de Dios sin buscar excusas ni subterfugios. Percibiremos entonces el toque de su perenne frescura, porque habremos vuelto al corazón feliz de la vida. Estaremos de cuerpo entero y de corazón, más cerca de Dios.