La gran mayoría de personas anhelan un cambio de vida, desea iniciar un rumbo nuevo y se tiene la creencia que es cambiando de trabajo, yéndose a otro país o dejando ciertas cosas de lado esto se va a lograr. Aunque pueden ser salidas rápidas al problema, no están atacando al mal de raíz. Por el contrario, sólo hacen obviar por un tiempo. La sanación es un momento fundamental que toda persona debe propiciar y más de la mano del Señor. Él regala diversos dones y carismas que ayudan a crecer y fortalecer la relación con Dios.
El Espíritu Santo es el Carisma por excelencia del Padre, Él viene a la vida para derramar sus dones y carismas. Los carismas son regalos preciosos dados en generosidad por el padre para la santificación de la Iglesia. El Catecismo de la Iglesia Católica en el #799 acentúa en que estas gracias tienen utilidad eclesial; directa o indirectamente. Todos los bautizados son dotados de dones y carismas que se pueden denominar ordinarios y extraordinarios. Estos regalos de Dios tienen un fin particular, la santificación de las personas. También, dinamizan el actuar de Dios a través de la revelación, mostrando así la fidelidad que existe de parte de Él para con su Pueblo. 1 Corintios 12 habla sobre las manifestaciones del Espíritu para el provecho común, a unos se les permite hablar con sabiduría, a otros con ciencia, a otros curar y a otros el de la fe.
En cuanto al carisma de sanación este se da en el seno del amor hacia el hermano, es decir, es un carisma que crece y fluye en el donarse a los demás. La compasión por el dolor del otro es una expresión del amor hacia el hermano, da la apertura a Dios para que obre el milagro y sea santificado por medio de la oración. Por esto se debe orar en humildad y sencillez, se debe pedir al Padre que haga nuevo lo que está para cambiar y así tener un nuevo horizonte.