Mientras caminamos por la vida sin Dios, nuestro corazón experimenta vacíos y carencias, los cuales son llenados y suplidos cuando venimos a Dios, pero esta saciedad se da completamente al creer en Cristo. En el programa de Hoy es tu día, el padre Javier Riveros, cjm; nos compartió un mensaje especial y muy propicio para fortalecer nuestra fe en Dios.
En el pasaje bíblico del evangelio según San Juan, capítulo 7;37-39, podemos ver a Jesús declarando en alta voz que Él es el Agua de Vida y que todo aquel que tenga sed, se acerque creyendo que Él es el Señor y beba hasta que de su interior broten ríos de agua viva. “Jesús promete ríos de Agua Viva y este río de Agua viva es el Espíritu Santo” nos dice el @padreriveros. El Espíritu Santo es el don de Dios, es su Presencia viva en nosotros y estamos llamados a entrar en ese río, a sumergirnos tan profundamente como en el pasaje de Ezequiel 47, en donde el profeta es conducido por un varón de Dios a sumergirse un paso a la vez en las aguas que brotaban del templo y traían sanación. Al comparar estos dos pasajes entendemos que “Cristo es el nuevo, verdadero y definitivo templo del cual manan las aguas vivas del Espíritu Santo” Todo lo nuevo y todo lo renovado por el Espíritu viene del corazón atravesado de Jesús, pues es de su Costado de donde brotó el agua que dio origen a la Iglesia, el agua que nos congrega como pueblo de Dios hoy.
El río del Espíritu es inagotable, es una fuente de la que podemos beber y vivir en ella; podemos entrar y dejar que el agua toque nuestros tobillos para que nuestros pasos, que toque nuestras rodillas para que tengamos una vida de oración constante, entrar y dejar que toque nuestra espalda para que nuestras decisiones y nos de fortaleza en el Espíritu y finalmente ser sumergidos hasta que no halla nada entre nuestra cabeza y nuestros pies.
Pero ¿cómo llegamos a ese río? ¿dónde está? “ese río está en tu interior, debes buscarlo y encontrarlo dentro de ti” nos dice el padre Javier Riveros y menciona tres aspectos que permiten que el río de Dios comience a brotar en nosotros. Lo primero es tener sed, reconocer nuestra necesidad de Dios, aceptar que las cosas del mundo no nos llenan ni nos sacian. El mundo no puede saciar nuestra necesidad de justicia, de misericordia, de seguridad, de amor, porque son cosas que no están ni se dan en el mundo. Acercarnos a Cristo es el segundo aspecto. Cuando vamos a Cristo estamos atendiendo su Llamado, estamos diciéndole, Señor te necesito. Y lo tercero es creer en Él, “el que crea en mí, que beba”.
El Señor nos invita a seguir el ejemplo de la mujer samaritana, la cual anhelante, aceptó la invitación de Jesús a creer y a beber el agua de vida. Por eso, para ser saciados es necesario “tener sed, admitir que necesitamos ser saciados y creer en Cristo y creerle a Cristo”. Es muy importante que para poder beber del agua de vida nos despojemos de toda duda, pues el río del Espíritu no fluye en un corazón incrédulo.
Acerquémonos hoy a la fuente de Agua de vida que es Jesús, acerquémonos con fe, creyendo plenamente en que Él es el Hijo de Dios y estemos expectantes a su Llenura, pues Él da el Espíritu sin medida a quien se lo pida.
“Señor Jesús, hoy he escuchado tu Voz y quiero que me des del agua que sacia para siempre. Aquí está mi corazón, llénalo hasta desbordar del inigualable e infinito don tu Espíritu Santo para que brote sin medida y mi vida de fruto agradable que honre y agrade a tu Persona. En tu nombre mi Cristo. Amén”
El padre Javier Riveros es Director de la Emisora Minuto de Dios Bogotá y Medellín.