Es la tercera persona de la Santísima Trinidad dentro de Dios. No es un algo, es una persona que, aunque comparte las virtudes del Señor y el Padre como la adoración y gloria, tiene su propio carácter y obrar. El Espíritu es aquel juez que nos defiende ante el Padre, que nos salva de la muerte y nos lleva a la Vida Eterna.
Es un Paráclito (que en griego significa el que ha sido invocado), uno nuevo, porque Jesús ya lo era y el Espíritu continuó la tarea de ser ese abogado que fue Cristo. Mantiene el legado de Jesucristo, la Verdad que Él anunció y reveló.
Se podría decir que la Santísima Trinidad funciona como una selección, como cuando nos postulamos a un empleo. Porque si no conocemos al Espíritu de Dios, no conoceremos al Hijo y por consiguiente no veremos al Padre.
Entonces, ¿Cómo hacemos? Gracias al bautismo recibimos el nuevo nacimiento en Dios, eliminamos el pecado original. Al ser erradicado, conocemos al Hijo, pues Él es quien tiene el conocimiento del Padre y este nos va a presentar ante el Padre que nos dará la virtud de la incorruptibilidad.
En resumen, el Espíritu Santo es quien nos abre las puertas a la Santidad, a la Verdad renovadora de Jesús, es quien nos defiende y aboga por nosotros ante Dios.
Que en este momento de Pentecostés, recibamos este Espíritu y podamos ser llamados ante la presencia del Padre, para que nos dé el don de la no corrupción y ser uno solo con Él, como la Santísima Trinidad. Amén
Conoce más sobre cómo vivir un Pentecostés Permanente aquí www.minutodeDios.fm/pentecostesmd
Conoce y adquiere nuestro fondo editorial aquí www.libreriaminutodedios.com