Lectio ‘Palabra vivificante’. P. Fidel Oñoro cjm
Mt 18,21-35: Perdonar de verdad
‘Del mismo modo hará con ustedes mi Padre celestial, si cada uno no perdona de corazón a su hermano’ (Mt 18,35)
La frase final de la parábola, sobre el ‘perdón de corazón’ al hermano, resume bien la dinámica del perdón a la manera de Jesús.
Veamos rápidamente la dinámica del relato.
Notemos que la parábola tiene tres escenas que repiten el mismo esquema y que en cada ocasión se introduce una variante.
Pero sobre todo pongamos atención al punto de partida, a la doble sorpresa que le hace avanzar y al desenlace.
Punto de partida: un empleado tiene una deuda enorme y es llamado a rendir cuentas. El detalle es que al no tener cómo pagar, no le pide al rey que le condone la deuda sino que le tenga ‘paciencia’.
De repente ocurren dos sorpresas. La primera es que el rey condona de forma inesperada y con inmediatez la deuda, con un detalle no menor que es su alta cantidad.
La segunda sorpresa, que se refleja en la tristeza y disgusto de los que asisten a la paradoja siguiente, es que dicho empleado no es capaz de hacer lo mismo con un compañero que le debe una cuantía ínfima.
Peor aún, no sólo no condona sino que se pone agresivo e implacable, sin paciencia.
Los que observan la bochornosa escena van y le ponen las quejas a rey.
El giro se da con la reconsideración por parte del rey de su decisión primera y el desenlace trágico es el final infeliz de quien perdió semejante ocasión. Y entonces viene la moraleja…
¿Qué cabe en la lección de Jesús que recita: ‘Que cada quien perdone de corazón a su hermano’?
Salta a la vista que perdonar no es callar la conciencia, ni esquivar conflictos, ni poner una piedra sobre lo que nos ha herido.
Lo importante es que el perdón ni se da de una vez por todas, ni se agota en sí mismo, es un aprendizaje. Es como Jesús señala: un camino del corazón.
Evidenciemos cinco pasos:
Primero, el perdón es volver a experimentar un amor primero.
Pedir perdón a Dios, no es solicitar que ignore nuestros pecados sino que no nos excluya de la comunión con él. Es un apelo a la fidelidad de su amor que es inagotable.
Lo segundo viene de lo anterior: puesto que el amor con que Dios nos abraza no repara en cálculos, no podemos poner límites al perdón.
Es un aspecto de la respuesta a la pregunta de Pedro: con el Dios del Reino no existe un ‘ya basta’.
Para un hebreo perdonar cuatro veces ya era lo máximo. No para Jesús. No limitar es una forma de custodiar la vida y el futuro del hermano. Cortar es dejarse vencer por el mal. Paradójicamente el terreno de la victoria es el de las negatividades que ponen en juego actitudes de signo opuesto.
Se trata de un perdón que cree que el otro, contra toda previsión, puede renacer, revigorizarse y darle una ruta nueva a su existencia. Ese es el punto de vista de Jesús, el enunciador de la parábola.
Tercero, el ‘de corazón’ hace un apelo al ejercicio de la memoria.
El filósofo Paul Ricoeur decía que sólo quien recuerda puede perdonar. La memoria permite tomar conciencia del mal y elegir romper con la cadena de la venganza y poner punto final a la violencia con un acto de generosidad.
Y es que perdonar no es olvidar, es transformar. Lo profundizamos hace una semana.
Cuarto, de la parábola aprendemos que el perdón de corazón no es entre dos sino de tres.
Incluir al Padre celestial agrega una nueva recíproca mirada que abre los horizontes estrechos y que oxigena e ilumina la relación.
Sólo así se supera el rencor, que es la memoria que se encierra en la autoconmiseración, porque el rencor es una memoria bloqueada. Sólo así se rompe la cadena interminable del odio, se sana el corazón y se purifica la memoria.
Quinto, el perdón es un acto circular.
La circularidad provocada por esta presencia hace desbordar lo que de Dios hemos recibido en abundancia y que seamos perdonados cuando perdonamos.
Circularidad que es lo contrario del poner ‘en tablas’ hasta llegue el tiempo de la indiferencia y del olvido, se trata más bien de avanzar y de transformar, o mejor, de avanzar transformando.
Ocurre entonces que la mirada realista sobre el terreno doloroso capta allí dentro una nueva fuerza que lo hace fecundo, que lo constituye en un nuevo punto de partida y en matriz generadora de una nueva etapa.
Porque es que perdonar consiste en aceptar el riesgo de una nueva página con respecto a la impuesta por el pasado y la memoria.
Perdonar es siempre el mejor camino. Es un gran beneficio porque renueva y alegra el corazón.