Lectio divina “Palabra vivificante”. P. Fidel Oñoro cjm
Mateo 1, 18-24: Cuando Dios te cambia los planes
“Lo engendrado en ella es del Espíritu Santo.
Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús,
porque él salvará a su pueblo de sus pecados”
Nuestra lectura de ayer dejó pendiente la pregunta: ¿De dónde viene Jesús?
El pasaje de Mateo 1,18-25 responde así: Jesús no le debe su existencia a una generación humana sino a la obra creadora de Dios. Profundicemos este
mensaje.
La idea central del pasaje está subrayada en los versículos 18 y 20: “Lo engendrado en ella es obra del Espíritu Santo”. Esto quiere decir que el
Espíritu Santo está en el origen de la vida de Jesús.
Tanto es así, que al final del pasaje se recalca que José no tuvo nada que ver con el nacimiento del niño, que Jesús no es el resultado de una relación conyugal entre José y María: “Y no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo” (v.25).
Jesús no es hijo de José sino creatura del Espíritu Santo. Por lo tanto, Jesús no es el fruto natural de esta historia humana, no depende únicamente de la serie de generaciones y de los nacimientos humanos que vimos ayer.
Por tanto, Jesús es el cumplimiento y al mismo tiempo un comienzo completamente nuevo realizado por el poder creador de Dios. Éste es el “origen” de Jesús, como dice el primer versículo del relato de hoy: “la generación de Jesucristo fue de esta manera” (1,18).
Observémoslo más de cerca en los puntos principales del relato:
Primero, Una situación difícil en la relación de pareja de José y María (vv.18-19)
Subrayémonos dos frases importantes:
“María estaba desposada con José” (v.18b). Según el derecho hebreo los
futuros esposos, son considerados como Marido y Mujer, pero no conviven sino hasta un año y después de haberse comprometido, este período de tiempo se llama “el desposorio”. Solo después la mujer es llevada a la casa del esposo para iniciar la vida conyugal.
“Se encontró en cinta por obra del Espíritu Santo” (v.18c). Precisamente en ese período José descubre que María está embarazada y toma la decisión de repudiarla en secreto. Es tanto el amor de José por María que no la quiere exponer a la pena de muerte por un supuesto adulterio. Él decide dejar vivir a María y realizarse con su nueva familia.
¿En qué situación queda José?
José tiene una sorpresa absoluta, la historia de María no le cabe en la cabeza. Los lectores comprendemos: se trata de una creatura que llega a concebir al inconcebible, al proprio creador.
El corazón de José se siente desgarrado, desde su perspectiva se trata de una traición de la mujer amada, su proyecto de vida matrimonial se vuelve trizas.
José es el hombre justo que entra en crisis. Tiene un dilema ético. No quiere acusar a María porque implica denunciarla como adúltera y exponerla a la pena de muerte. Por eso elige una tercera vía que le salva la vida a María.
José, de manos endurecidas y callosas por el trabajo, pero también con el corazón enternecido y herido de una enamorado, nos recuerda que el hombre justo, como de hecho ocurre enseguida, es uno que tiene los mismos sueños de Dios.
Segundo, Dios cambia los planes de José y lo pone al servicio de su plan de salvación (vv.20-23)
José no había seguido al pie de la letra lo que manda la ley, sino que busca su sentido. Y entonces todo cambia. Basta que la coraza de la letra inapelable de la ley sea rota por el amor, para que el Espíritu Santo irrumpa y actúe.
Mientras estaba considerando su plan de fuga, en el sueño se le aparece un ángel, que es Dios mismo que le habla.
Uno, “No temas tomar contigo a María, tu esposa…”
“No temas”, es la palabra con la que Dios abre el diálogo con el hombre. “No temas”, Dios interviene siempre a favor de la vida.
No es extraño que la voz venga por un ángel. En el evangelio de Mato, tres veces habla un ángel y siempre a favor de la vida: para anunciar la vida de Jesús, para proteger la vida de la violencia de Herodes y en Pascua para anunciar que la vida ha vencido la muerte.
Dos, “María dará a luz un hijo y tú lo llamarás Jesús…”
Es Dios quien dice cuál es el nombre. El mismo Dios que le da existencia a Jesús, porque es su verdadero Padre, también le da un nombre y en este nombre está implicada su misión.
La identidad y la misión están sintetizadas en el nombre “Jesús”, en hebreo Jeshua o Jehoshua, que traduce “Dios es salvación”).
La frase nos recuerda el Salmo 130,8 donde dice: “Y Él redimirá a Israel de todas sus culpas”.
Por tanto, Jesús es mucho más que un hijo de David en el sentido político o militar, Él es el salvador del hombre, quien recupera a las personas perdidas en su lejanía de Dios para traerlas de nuevo a la comunión plena con Él.
Pero hay más, el nombre hebreo Jeshuá proviene del verbo “salvar”, cuya raíz “Yish ha” tiene como primer significado extender, dilatar.
Jesús salvará, extenderá, hará crecer, expandirá el espacio de tu humanidad, que lo es lo opuesto de la atrofia del vivir, del empequeñecimiento del corazón.
El pecado es lo que hace pequeña la persona, no deja espacio para nada ni para nadie. Dios viene y crea espacio en mí, espacio para las criaturas, los pobres, los sueños, el cielo. Salvación equivale no sólo a rescate de un peligro, sino a dilatación de la vida.
Tercero, la buena noticia de la navidad se proclama desde ya
Con términos muy precisos, el evangelio de hoy, nos enseña que Jesús es el verdadero Mesías que toma sobre sus hombros a su pueblo y lo conduce a la plenitud de vida.
Es para eso viene Jesús vino al mundo. La misión de Jesús desciende hasta las raíces de la vida humana dándole un vuelco profundo a nuestra manera de vivir.
Con este acontecimiento, se realiza lo que Dios anunció por boca de los profetas.
En Jesús está Dios salvando al hombre. Y este “estar” de Dios se resume en el nombre “Enmanuel”, que significa “Dios está con nosotros”, el cual expresa que en Jesús se revela el rostro misericordioso de Dios, que nos ayuda y nos salva, y también su proyecto amoroso para nosotros los hombres.
Dios no nos abandona. En la base de la obra de Dios en el mundo está Jesús, a quién Él le dio la existencia, el nombre y la misión.
Jesús es el regalo, el don auténtico de Dios a su pueblo, para que no sufra más con tanta maldad, para que viva plenamente en la comunión con Él y con los hermanos, porque Él es el “Dios que está con nosotros”.
Y en esta obra de Dios, José tiene un papel
Como hemos visto, el Señor interviene y e involucra a José en su plan. Le da como tarea el tomar consigo a María y darle el nombre al niño. Es así como José se responsabiliza de la vida de María y de la del niño, reconociéndolos ante la Ley como sus legítimos mujer e hijo.
Y puesto que José asume la paternidad legal de Jesús, el niño se convierte en su heredero y así entra en la genealogía davídica, llevando la historia de la salvación a su culmen y cumplimiento.
Es hermoso, María había dejado la casa del “Sí” a Dios para ir a la casa del “sí” que había dado a su prometido, como mujer enamorada. Dios había cambiado los planes. Pero Dios no quiso que maría fuera pobre de amor. Porque todo acontecimiento de amor siempre es decretado por el cielo. Dio se hace hombre y viene a hacer que todos los seres humanos crezcan en humanidad. Cuánto más crezcamos en humanidad, como lo hizo José, más descubriremos la divinidad que ha puesto su morada en cada uno de nosotros.
Oremos…
“Jesús, que vives en María,
Ven a vivir en nosotros
con el espíritu de santidad,
con la plenitud de tu poder,
con la perfección de tus caminos,
con la fuerza de tus virtudes,
con la participación de tu misterio.
Por la fuerza de tu Espíritu
triunfa en nosotros sobre todo poder adverso”.
Amén.
(J. J. Olier)
A propósito del silencio de José:
“El punto más alto al que llega la fe es el permanecer en silencio y dejar que
Dios hable y obre internamente”
(Maestro Eckhart)