Mc 6,1-6: La falta de fe de quienes dicen conocer a Jesús

Lectio ‘Palabra vivificante’. P. Fidel Oñoro cjm

Mc 6,1-6: La falta de fe de quienes dicen conocer a Jesús

‘Un profeta no es despreciado más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa’

Según el evangelio de Marcos ésta es la última vez que Jesús pone su pie en una sinagoga. Paradójicamente también desde aquí se dará el punto de giro hacia una gran misión.

La obra deJesús se ha convertido una y otra vez en motivo de escándalo. En esta ocasión protagonista es la gente del pueblo que lo vio crecer, sus mismos conciudadanos.

El evangelio no se limita a registar el hecho, sino que analiza el motivo de su falta de fe (6,6).

Antes desgranar el texto observemos brevemente la estrategia narrativa de Marcos, que culmina de esta manera toda una gran sección que viene desarrollándose desde 3,7, donde se contado el llamado de los Doce y el distanciamiento de los familiares.

Venos una parte, la fuerte reacción negativa descrita es completamente opuesta a la luminosa página anterior, donde protagonistas fueron la hemorroísa y Jairo (5,21-43). Esta vez el camino es inverso, va de la fe a la incredulidad.

Por otra, el narrador se ha ocupado en delinear poco a poco una trayectoria de la incomprensión (ver 2,7.16.18; 3,4.6.21.22) que aquí llega a un punto de no retorno.

Los síntomas, entonces, vienen desde mucho antes. Diversos personajes (escribas, fariseos, discípulos de Juan y hasta sus propios familiares) no logran captar su novedad y por tanto no se abren a ella. Se han comportado como aquellos tres primeros terrenos de la parábola del sembrador, quedando posicionados como los que por no saber leer los signos se han puesto ‘fuera’ del horizonte del Reino (4,11).

La incomprensión resulta más punzante cuando proviene de la gente que se supone lo conocería mejor, gente del mismo ambiente en que creció y que el mismo Jesús describe en tres círculos concéntricos cuando dice:
‘Un profeta no es despreciado sino en su patria,
entre sus parientes
y en su casa’ (6,4).

Tres ambientes que tocan su íntimo cultural y afectivo.

Estos tres círculos van de lo general a lo particular, de lo más amplio a lo más estrecho: la región, los paisanos del mismo pueblo y los familiares más cercanos, con los que se comparte la casa.

Es mucho más que una descripción territorial, se trata de la intensidad de las relaciones de las que se supone brotaría un mayor y más profundo conocimiento de la persona. Pero no fue así.

Con este trasfondo podemos entender mejor la enseñanza de la escena.

Primero, Jesús como motivo de escándalo

El narrador registra un shock inesperado, del tamaño de un escándalo: ‘Y se escandalizaban de él’ (1,3, usa el verbo griego ‘skandalizō’, ‘hacer tropezar’).

¿Y qué es lo que les choca?

El narrador pone en escena tres rondas de preguntas lanzadas al aire por la gente de Nazaret congregada en la sinagoga (6,2).

Todas ellas apuntan a lo mismo, indagan la identidad de Jesús.

La cuestión sobre ‘quién es Jesús’ ha venido acompañando la narrativa con sucesivos interrogantes que repiten directa o indirectamente lo mismo (ver 1,27; 3,11.22; 4,41; 5,19-20). Los únicos que lo tienen claro hasta ahora son los demonios, pero a estos Jesús les calla la boca (1,24-25.34; 3,11-12).

Notemos bien lo que indagan las preguntas. Las tres preguntas exponen una desconexión entre la semilla y los frutos a la vista, o mejor, entre el origen conocido de Jesús y las obras de poder que ahora están viendo.

Las tres preguntas indagan por el origen de frutos ya admitidos como evidentes (1) la sabiduría de Jesús, (2) los prodigios de Jesús y (3), mejor, el conjunto de su obra resumido como ’estas cosas’.

Pero resulta que todo ello no les encaja con su proveniencia conocida, con su humilde origen aldeano: ¿De, entonces, dónde le viene tanta grandeza? (Un grecorromano diría: sus nobles acciones no concuerdan con su origen tan simple).

En medio de las preguntas hay detalle que da en el núcleo problemático. Jesús es llamado despectivamente de ‘éste’ (6,3).

Mejor dicho, al referirse a Jesús no logran asociar las tres características cuestionadas con una persona que es distinguida por ellos como un carpintero, un obrero sin estudios ni cultura, y por tanto excesivamente humilde, hijo de una mujer conocida y de parientes de los que se saben de memoria sus nombres.

Peor aún, estos mismos parientes poco antes han dejado entender que para ellos es un loco (ver 3,20-21).

Obviamente no han entendido a Jesús, a pesar de que han convivido mucho tiempo con él. Lo ven de fuera, incluso admiten su grandeza, pero no han entrado en el misterio de su persona.

El escándalo consiste en que Dios se pueda presentar como uno de nosotros. Jesús es lo inédito de Dios y lo inédito del hombre. Por esa rendija se asoma la luz del Reino.

Para quien sólo ve de fuera se le crea un problema teológico, sobre el sentido de lo sacro. Como si se dijera: ‘Si es tan cercano, si abraza las imperfecciones del mundo, ¿dónde está lo sublime, la grandeza y la gloria del Omnipotente?’.

Segundo, la falta de fe

El evangelio va más a fondo en su análisis cuando destapa lo que está detrás de las preguntas. Después de que exponen los síntomas, el diagnóstico lo hace Jesús: ‘Se sorprendía de su incredulidad’ (6,6a).

Al usar el término incredulidad’ (en griego ‘apistía’) para diagnosticar el problema, muestra que lo que ocurre realmente es que están cerrados ante la novedosa identidad de Jesús y que esta clausura interior obstaculiza la misma intervención salvífica de Dios.

Que Jesús ‘no haya podido realizar ningún milagro’ (6,5; aunque enseguida aclara que sanó algunos pocos), precisamente por esa mala actitud, muestra que a cada persona compete una responsabilidad que puede tener graves consecuencias.

Pero esto la referencia a las personas más cercanas a Jesús, quienes supuestamente lo conocen mejor (la región, los conciudadanos y la familia), en realidad hace de espejo a aquellos que desde un cierto tiempo se han convertido en sus seguidores, que conviven estrechamente con él y que él mismo considera sus verdaderos familiares. Aquellos que poco antes llamó: ‘Mi hermano, mi hermana y mi madre’ (3,35).

La falta de fe erosiona la relación profunda con Jesús. Estar con Jesús y entrar a formar parte de su familia implica una apertura total a su misterio, ese misterio desde donde Dios acontece y desde donde se despliega todo su poder transformador que pasa por su humanidad tan real.

La fe había jugado un papel importante en las tres acciones recientes de Jesús con endemoniado geraseno, la hemorroísa y Jairo. Fue la fe lo que provocó la curación de la mujer y fue la fe mantenida en medio del dolor lo que abrió camino a la resurrección de la hija de Jairo. Ahora son tres preguntas las que marcan una distancia con respecto a él.

El desafío para los que están más cerca de Jesús, sean sus familiares o sean sus discípulos que permanecen tras bambalinas en la escena, es el de tomarse en serio a Jesús y asumir las consecuencias señaladas en las parábolas: ver y oír, creer, convertirse y entonces ser salvos (4,11.40).

Tercero, cómo afronta Jesús los obstáculos

Observemos finalmente la reacción de Jesús ante la adversidad en la misión. ¿Cómo maneja Jesús las adversidades?

El narrador dejó claro que las preguntas eran el resultado de un escándalo. Pero se ocupa también de retratar a un Jesús que no se decepciona cuando le desprecian. Al contrario, tiene tres reacciones que abren camino:

(1) Apela a su identidad

Interpreta el rechazo como una validación de su identidad profética (‘Un profeta no es despreciado sino en su región, su parentela y su casa’, 6,4).

(2) Se sorprende de su falta de fe

El amante rechazado no se deprime ni se cansa, no nutre rencores, sólo se sorprende. Una actitud que perfuma la vida.

(3) No por eso detiene la misión

Al contrario, después de curar a algunos enfermos, sigue esparciendo su obra en las aldeas de los alrededores.

Curiosamente después de decir que Jesús ‘no pudo hacer allí ningún milagro’, el narrador enseguida corrige. Salta a la vista la contraposición entre el comienzo y el final, entre los ‘muchos’ que se escandalizan (6,2) y los ‘pocos’ que se dejan transformar (6,5).

Aunque sea en pocos, la misión siempre deja un efecto. En estos pocos que son sanados la enfermedad es vista como debilidad (el narrador usa el adejtivo griego ‘arróstos’, débil).

La misión que parece fracasada ante una identidad negada resulta en una feliz diseminación: ‘Recorría las aldeas circundantes enseñando’ (6,6b)

A pesar de todo… No sólo la misión sigue adelante, la revelación de Jesús también, en cuanto se espera una progresión igual de la fe de los que se han constituido en sus nuevos familiares, esto es, sus discípulos.

Queda pendiente el interrogante: ¿El profeta será finalmente bien recibido y comprendido por aquellos que mismo Jesús reconoce como los suyos?

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1 comentario
  1. Patricia

    Gracias padre Fidel por estas enseñanzas mi corazon siempre arde, seguramente muchas veces no seremos entendidos ni bien recibidos al llevar el mensaje de Jesús, pero que importante es tener la certeza que esa palabra tiene un efecto, no vuelve vacia.

    Lo otro, que importante es abrir mi corazon totalmente a Dios para conocerlo intima y profundamente y estar en sintonia con El, esto genera en mi una relacion que aumenta mi fe.

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