Lectio divina “Palabra vivificante”. P. Fidel Oñoro cjm
Lucas 1,5-25: Un hijo te alegrará la vida
En los dos días anteriores leímos el primer capítulo del Evangelio de Mateo, a partir de hoy comenzamos la lectura de los dos primeros capítulos del Evangelio de Lucas.
Siguiendo el orden de los llamados “Relatos de Infancia”, vemos cómo la venida histórica de Dios entre nosotros, en Jesús, es la respuesta definitiva a la larga esperanza del pueblo de Israel.
Después un breve prólogo (ver Lucas 1,1-4), comienza el relato del evangelio propiamente dicho, con estas palabras: “Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías… casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel” (v.5).
Una vez que se ubica el tiempo y son presentados los protagonistas, Zacarías e Isabel, Lucas narra la concepción milagrosa de Juan Bautista, el precursor del Mesías.
Recordemos lo esencial de esta historia. Estamos ante el “top” de la religiosidad hebrea. Zacarías entra en el templo para hacer la ofrenda del incienso. El pueblo está fuera y ora (1,9-10). El pueblo espera, le ha delegado al sacerdote, como es su función, la comunicación con Dios.
De repente el ritual se interrumpe. El ángel del Señor le anuncia a Zacarías el nacimiento de un hijo. Pero el anciano sacerdote “no le da crédito a sus palabras”, no se fía, quiere una prueba que le de garantías de la verdad de lo anunciado. No escucha con el corazón y se queda mudo. Con todo y esto, al final vemos que Isabel interpreta correctamente el acontecimiento.
Detengámonos en algunos puntos que el evangelista acentúa:
1. La “Buena Nueva” para una pareja santa, pero estéril
Dios actúa dentro de la realidad concreta de una pareja que tiene todos los títulos para ser considerada “santa” (ver 1,6), pero que ve empañada la felicidad de su hogar por una desgracia: no pueden tener hijos. Está incapacitada para procrear, primero por causa de la esterilidad y luego por la vejez (ver 1,7).
Su condición biológica les había negado la posibilidad de tener hijos. Pero resulta que la vida es la cosa más santa que existe. Entonces el Dios que abre vientres, que saca de lo estéril, fecundidad, y de la muerte, vida, entra en acción.
Lo hace por medio del ángel de las buenas noticias: Gabriel.
El anuncio que cambia la situación de Zacarías e Isabel, y que es también el comienzo de una serie de acciones salvíficas de Dios en una nueva y definitiva etapa de la historia, es calificado de “Buena Noticia” (1,19).
Esta es la primera “Buena Noticia” del relato de Lucas: el surgimiento de la vida donde parecería imposible.
El gozo que trae la realización de lo anunciado lo vemos expresado en las palabras de Isabel al final del evento: “El Señor se dignó quitar mi oprobio entre los hombres” (1,25).
2. Las actitudes de una familia que sabe esperar las promesas del Señor
Zacarías y el pueblo en oración en el Templo representan al Israel que espera la venida del Mesías. Podemos ver cómo sus actitudes corresponden a las que debe tener una persona que espera en las promesas del Señor.
Son tres actitudes:
La primera: la confianza en el Señor (1,12-13)
El Ángel le dice a Zacarías: “no temas”. Lo invita así a dejar a un lado el miedo y la confusión que se siente cuando no se ve claro el futuro. Lo invita a confiar y a tener seguridad sólo en Dios. La espera debe estar sostenida por la confianza en Dios.
La segunda: la oración al Señor (1,8-10.13)
Zacarías y el pueblo están en un acto de culto. Por medio de la oración el sacerdote le recuerda a Dios su pacto y su fidelidad, su compromiso para intervenir por su pueblo.
Zacarías como sacerdote une a esta oración tanto las expectativas concretas de este pueblo y como también sus propias necesidades.
Y Dios lo escuchó: “Tu petición ha sido escuchada” (v.13), le dice el Ángel.
También en oración Isabel muestra que también ella se ha sentido escuchada. Los primeros seis meses de su embarazo son una toma de conciencia de cómo Dios ha respondido a su oración (ver 1,25).
La tercera: la fe en el Señor
El Ángel le dice categóricamente a Zacarías: “Mis palabras… se cumplirán a su tiempo”, y le agrega un signo: “No podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas” (1,20).
Zacarías no creyó. María después será felicitada por lo contrario, por haber creído en la eficacia de la Palabra de Dios.: “Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor” (1,45).
Pues bien, estas tres actitudes que caracterizan a estos personajes que representan la etapa final del largo Adviento del pueblo de Israel, tienen un fundamento que está enunciado en una promesa: Juan bautista “Será para ti gozo y alegría, y muchos se alegrarán con su nacimiento” (1,14).
El don de la vida que nace trae “alegría” y “exultación” para quien lo sepa acoger. El Evangelio es invitación a la alegría plena y auténtica. Y de esto nos da ejemplo el pueblo que acoge la obra salvífica de Dios a lo largo de todo el Evangelio. Ocurre con María (1,48), con los vecinos y parientes de Isabel (1,58), con los pastores y todo el pueblo (2,19), con los discípulos (10,17) y con el mismo Jesús (10,21).
3. El perfil del hijo La respuesta de Dios a la oración de Zacarías es el don de un hijo.
Con el don de un niño, Dios no sólo ha respondido a la petición personal de un hombre atribulado por no haber tenido hijos, sino también a la oración del pueblo en el Templo que suplica la venida del Mesías.
El niño que viene es precisamente el precursor del Mesías: Juan. En el relato de hoy vemos cómo se describe cuidadosamente la persona y la misión de Juan.
Notemos cuatro características de la persona de Juan que el Ángel Gabriel enuncia:
(1) “Será grande” (1,15ª);
(2) “no beberá vino ni licor” (1,15b);
(3) “estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre” (1,15c);
(4) “irá delante… con el espíritu y el poder de Elías” (1,17).
Observemos, sobre todo, la manera como Dios prepara a sus enviados desde la barriga de la mamá.Desde el período prenatal Dios posa su mano para santificarlo con su Santo Espíritu (1,66).
Finalmente, la misión de Juan queda enunciada en esta frase: “Preparar al Señor un pueblo bien dispuesto” (1,17).
“Bien dispuesto” quiere decir “abierto a Dios en un camino de conversión”. La misión de Juan consiste en hacer que todos se interesen por la voluntad de Dios y que caminen según sus criterios.
Se le da así una orientación nueva y profunda al corazón:
Uno, en la relación con Dios: “A muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios” (1,16);
Dos, en la relación con los otros, especialmente la relación familiar: “Hacer volver los corazones de los padres a los hijos” (1,17). ¡La conversión comienza por la casa!
En fin, ¿Qué lección nos da Zacarías para esperar la venida del Señor?
Detrás de esta primera página del evangelio de Lucas hay preciosas lecciones. Cada uno debe descubrirlas.
La primera: con el anuncio del nacimiento del precursor del Mesías, se avisa que está llegando el nuevo tiempo largamente esperado.
Un niño cambia la vida de los ancianos. El gozo inmenso que inundó la vida qde los ancianos Zacarías e Isabel, al obtener respuesta a sus oraciones. Un gozo que también nuestro si le damos continuidad a sus actitudes en nuestras vidas.
La segunda: cómo Dios renueva un pueblo entero desde una familia en crisis.
Zacarías, como sacerdote que era, cumplía ritos. Los hacía bien, era irreprensible, pero no tenía fe. No le cree al ángel y sale mudo, sin palabras, del templo.
Se llevaban a cabo los rituales, la liturgia era perfecta, pero a Zacarías le faltó la fe, el creerle a la palabra del Señor. ¿Nos cuestiona también a nosotros?
La tercera: Dios escoge una nueva vía para darle impulso a su obra.
El pueblo fuera estaba esperando, confió sus oraciones al sacerdote, pero al final no recibió la bendición sacerdotal, sólo el silencio de Dios. Las grandes instituciones resultan mudas, no transmiten ya a Dios.
El Dios que saca de la esterilidad fecundidad, otra vez ha abierto un nuevo camino en la historia. El Dios de la santidad entra donde la vida celebra su fiesta: en un hogar que no tenía futuro, en el grito victorioso de un niño que nace y que traerá inmensa alegría a su familia y al pueblo entero.
Pues sí, Dios está en el abrazo de los amantes, así sean ancianos, está en la respiración del que está cerca de la muerte, está en la memoria, en el perdón, en la confianza recobrada, allí donde se celebra el sentido santo del vivir.
Escribió Jorge Luis Borges: “Toda casa es un candelabro” que eleva en el mundo una llama, una profecía de luz y de calor. ¡Eso es la familia! ¡En cada una Dios recomienza la historia! La verdad bíblica no es una noción, es algo que arde, manos y corazón que arden de pasión por Dios.
Oremos…
“Jesús, que vives en María,
ven a vivir en nosotros
con el espíritu de santidad,
con la plenitud de tu poder,
con la perfección de tus caminos,
con la fuerza de tus virtudes,
con la participación de tu misterio.
Por la fuerza de tu Espíritu
triunfa en nosotros sobre todo poder adverso”.
Amén.
(J. J. Olier)
“Es el tiempo del silencio, de la pobreza, de la ausencia, de la humildad, de la espera. Y la finalidad de nuestra soledad silenciosa es la escucha del Señor, quien habla de nuevo al corazón de su esposa: la Iglesia, el alma nuestra” (A. M. Canopi)