Is 35, 1-10: Un Dios que te pone a caminar

Lectio Divina ‘Palabra vivificante’. P. Fidel Oñoro Consuegra cjm

Isaías 35, 1-10: Un Dios que te pone a caminar

La profecía isaíanica de hoy podría llamarse el “Himno de la Alegría” de Isaías.

Después de afrontar al pueblo con duras palabras de juicio (ver Isaías 34,1-17), el profeta -como siempre- abre nuevos caminos, comienza a predicar en positivo infundiendo esperanza, alegría, vitalidad para este pueblo que él describe como de ‘manos débiles’, de ‘rodillas vacilantes’ y de ‘corazón intranquilo’ (35,3-4).

De repente vemos un cambio en el paisaje: la tierra reverdece y florece, comienza una fiesta de la vida.

Luego vemos cómo se da paso a las canciones de fiesta de un pueblo transformado.

Los actores de esta fiesta van apareciendo uno a uno en la medida en que se va enriqueciendo en un escenario en el que desaparecen los factores causantes de muerte. Cada uno de ellos se va remplazando con signos de vida.

El último por aparecer, el más contento y triunfante es el pueblo de ‘los redimidos de Yahvé’ (35,10a) que entra solemnemente en procesión, culminando en Sión el regreso de un doloroso exilio: ‘Volverán, entrarán en Sión entre aclamaciones: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán’ (35,10b).

¡Mas hermosa no puede ser esta profecía! Vale la pena retomar algunos elementos de este ‘himno del pueblo redimido’, para poder apropiarlo y entonar el nuestro.

Notemos brevemente siete detalles:

(1) El escenario

Sobre el paisaje de fondo, el profeta observa un antes y un después.

Con su mirada va recorriendo la geografía física de Israel de norte a sur: el ‘Líbano’, el ‘Carmelo”, el ‘Sarión’
y termina en ‘Sión’.

Luego observa detenidamente el cambio que se se opera en esta geografía para destacar una nueva geografía humana:

Uno: se ve el ‘desierto’, el ‘sequedal’, la ‘estepa’ y la ‘tierra quemada’. Y en contraposición aparecen las ‘aguas’, los ‘torrentes’, un ‘estanque’ y el ‘manantial’.

Dos: se ven los ‘chacales’, el ‘león’, las ‘bestias salvajes’ y, en medio de este panorama salvaje, el hombre, los hombres ‘necios’. En contraposición aparecen los ‘ciegos’, ‘sordos’, ‘cojos’ y ‘mudos’ restaurados por el Señor.

(2) Los actores

Son dos: Dios y el pueblo. ‘Yahvé’ con su ‘gloria’ y ‘resplandor’, y el pueblo de Dios presentado como ‘los redimidos de Yahvé’.

(3) El ambiente

Se pasa a un ambiente luminoso, alegre y festivo. Se repiten diez veces cuatro términos: ‘alegría’, ‘gozo’, ‘júbilo’ y ‘regocijo’. Es el típico vocabulario de la fiesta.

(4) La postura

Se trata de un pueblo en movimiento. Los que cantan van realizando al mismo tiempo una marcha que acompaña el regreso de los ‘redimidos’ (los rescatados del sufrimiento). Sus “manos”, “rodillas” y “corazones” han sido fortalecidos.

(5) La tonalidad

El himno se entona “en gozo mayor”. En la medida en que se canta va fluyendo un hilo sonoro de gozo que atraviesa, irriga y vivifica todo.

(6) El motivo

Es la ‘gloria de Yahvé’, ‘su recompensa’ y su ‘salvación’.

(7) Una certeza

Se canta con convicción: la esperanza es tan segura que la transfiguración del desierto ya se ve como un hecho real en la medida en que los peregrinos afirman sus pasos en la ruta; lo que les rodea poco a poco adquiere todas las características de la tierra prometida.

La gran peregrinación festiva es parecida a la del Adviento: en cada paso que se da la alegría debe ser mayor.

No sólo se camina hacia el encuentro con Dios, de hecho él ya está presente acompañando el caminar: la gloria del Señor no se restringe a Sión, ya desde el principio viaja al lado de los exiliados que camino por el desierto. Su presencia santifica los caminos: ‘Habrá allí una senda y un camino, vía sacra se le llamará’ (35,8).

Este gozo festivo de los peregrinos entonces no es más que el baño de la gloria que reciben de Yahvé a lo largo del camino: ‘Volverán, entrarán en Sión entre aclamaciones: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán’ (35,10b)

Pues sí, ‘¡Regocijo y alegría les acompañarán!’, tanto así que podrán decir: ‘¡Adiós, penar y suspiros!’.

Y esta profecía se realiza en Jesús, tal como lo retratan los evangelios. La liturgia invita a notarlo sobre todo en el episodio del paralítico sanado-perdonado (Lucas 5,17-26).

Como en la profecía, también aquí podemos ver a los actores:

Primero, los que cargan al paralítico. Jesús nota la fe de ellos. Una fe hecha de ingredientes sencillos a primera vista. Pero es una fe que nace de la inventiva, de la valentía, del esfuerzo, de la creatividad, del acuerdo entre los participantes, con silenciosa y fraterna determinación. ¿No es eso lo que se nos pide a nosotros?

Es una fe que conoce el estupor de quien se da cuenta de que a la raíz del mal físico lo que hay ante todo es una vida bloqueada en profundidad. Quizás a la raíz de tantos otros bloqueos que tenemos, no haya otra cosa.

Segundo, Jesús, quien sana perdonando los pecados. Los que habían llevado al paralítico donde Jesús a lo mejor se esperaban otra cosa. Pero con Jesús siempre es así, el escoge otra vía de solución. No es con pequeños ajustes, sino con solución fondo como Jesús procede. Por eso no sólo pone a caminar, sino que lo hace desde el perdón y la reconciliación, dando la posibilidad de recomenzar.

’Te quedan perdonados los pecados’. Una palabra inesperada, que sana porque invita a la confianza, la confianza en sí mismo no importa como haya sido su pasado. Ternura dada anticipadaemtne, antes de que se haya pedido perdón. Confianza en el futuro que comienza. No se le pide nada, nada más.

‘Carga tu camilla y ve a tu casa’, como quien dice: trata echarte tu vida sobre tus hombros. ¡Levántate y camina! A veces ocurre que preferimos vivir una cierta esclavitud de apoyos nos dan seguridad, preferimos eso a emprender la aventura de nuestra propia vida con libertqad. ¡Vete a tu casa, vuelve a aprender la vida desde el comienzo! ¡Asume el riesgo de caminar con tus propios pies!

Tercero, en el trasfondo se escucha la crítica de los escribas que no captan la identidad de Jesús que perdona pecados. En cambio, el pueblo reacciona de manera diferente, capta la presencia de Dios en la obra de Jesús y entonces entona el himno de la alegría: ‘¡Hoy hemos visto algo increíble!’ (5,26).

El himno de la alegría es entonado coralmente por el pueblo en el evangelio cada vez que ve la realización de los
signos mesiánicos anunciados: ‘Entonces saltará el cojo como ciervo’ (Is 35,6).

Pues sí, el pueblo le da voz al acontecimiento y entona una alabanza.

¿Qué canta?

Que Jesús viene a realizar todas estas acciones transformadoras de parte de Dios, restaurando por medio del ‘perdón’ la geografía humana doblegada por el mal. Que con él todos los ‘redimidos’ continuarán un camino por el mundo proclamando la salvación, celebrando liturgias festivas en su honor y transformando en fuerza de vida todo lo árido que encuentren a su paso.

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