Nuestra vida se enfrenta a momentos de alegría y momentos de tristeza, cada uno está llamado a aprender, a crecer y buscar la fortaleza para lograr afrontar lo que a veces no tiene solución. El Señor nos dice en su Palabra que Él es quien nos abre los caminos y también nos fortalece para poder avanzar en su amor, en su misericordia, en su voluntad y en su poder.
El ser cristiano no es fácil, el Señor lo ha dicho, pero nuestra fe debe encaminarse a poder abandonarnos en plenitud a Dios, es decir nuestra vida, nuestra familia, nuestra existencia en las manos del Creador. Al reconocer nuestros errores, nuestras fallas y nuestros problemas, creemos que estos son más grandes que nosotros, pero en Cristo encontramos una nueva perspectiva a nuestra vida que nos motiva a querer mejorar y construir una nueva versión de cada uno de nosotros.
Al lograr superar nuestros obstáculos con la ayuda del Señor y mirar hacia atrás, logramos comprender que nuestra montaña no era tan grande y que estas se convierten en llanuras, que nuestros problemas ante la presencia y la misericordia del Señor han caído y que hemos salido victoriosos no por nuestras fuerzas sino por las fuerzas de nuestro Padre.