En la vida ha habido personas que nos han robado el corazón, pero otras nos lo han roto en mil pedazos. El ser humano van por el mundo buscando a quien entregarle el corazón, ya sea para sentirse amado o para llenar el vacío que le ha dejado el transitar de la vida. Dicho esto, se debe reflexionar en: ¿qué realidades son las que hacen que el corazón se encuentre perdido? o ¿qué es lo que no lo deja encontrarse con ese ladrón de corazones que es el mismo Dios?
Una de las primeras circunstancias por la que no se da alguna de esas dos realidades expresadas anteriormente, es por personas o situaciones de la vida que te han cerrado a la posibilidad de que eso pueda pasar. Un segundo escenario, es la relación con Dios, ya sea de pequeños, de jóvenes o de adultos hemos creado una imagen errónea de Dios o las experiencias que se han podido tener en la iglesia no han sido las mejores. Una tercera y última, es que se ha perdido el rumbo, el sentido de la vida, entonces se pude decir que va pasando la vida por nosotros y no nosotros por la vida.
Una vez que tengas identificadas tus realidades, se debe proceder a darle solución, si tú no te sentiste identificado con alguna de estas circunstancias, hay que seguir buscando la razón del problema, o es el momento de hacer un alto en la vida y preguntarnos… ¿Dónde está mi corazón? o ¿Quién tiene mi corazón?
En el Evangelio de san Juan 4,1-30 relata el encuentro de Jesús con la Samaritana, que nos ofrece un camino de salvación o un itinerario hacia el encuentro con el ladrón de corazones. Además nos hace recordar que somos hijos de Dios y amados por Él, que Dios tiene sed de tu sed, que Él nos conoce en el amor y que su amor se convierte en libertad y entrega. No cabe duda que nuestro corazón debe ser únicamente de Él y que en sus manos es el mejor lugar donde puede estar.
¡Deja que el amor perfecto se robe tu corazón!