“Tengan esperanza y estén alegres, En las pruebas: sean pacientes. Oren en todo tiempo.” Romanos 12, 12. Y así es como se da entrada a la historia a una de las Santas más devotas; se trata de Santa Mónica, su experiencia y sus vivencias inspiran a llevar una vida llena de disciplina, oración y perseverancia en Cristo.
Desde muy pequeña, sus padres le inculcaron una formación religiosa y disciplinada, y aunque ella deseaba dedicarse a una vida de oración, sus padres dispusieron de su mano a un hombre llamado Patricio, su primer reto espiritual, pues al contrario de Mónica, él era una persona alejada de los temas espirituales y además era un mal esposo, ya que era mujeriego, jugador y pagano. Todos estos temas hicieron sufrir a Mónica durante 30 años, sumándole que era un hombre bastante explosivo e iracundo; sin embargo, nunca se atrevió a levantarle la mano. Para entrar en contexto, en esa época, era muy común que los hombres golpearan a sus esposas.
Con su esposo tuvieron tres hijos, el más reconocido San Agustín el mayor, de quien se hablará más adelante.
Santa Mónica es ejemplo de devoción y entrega a la oración porque logró la conversión de su esposo, ya que él no era católico. El estilo de vida de Mónica parece ser el motivo de conversión de Patricio, quien criticaba la práctica de rezar y la caridad que tenía su esposa con los pobres, sin embargo, jamás le negó la posibilidad de ayudar a los demás.
Era tan fuerte la perseverancia de Santa Mónica, que ofrecía sacrificios y rezaba por su esposo, quien, en el año 371 bautizado; con este acto, su suegra, la madre de Patricio también decide bautizarse, y con esto cambia por completo su relación con Mónica, pues era entrometida en el matrimonio de su hijo. Ella le amargó durante mucho tiempo la vida a Mónica; sin embargo, el corazón de la Santa era tan noble y grande que en ella no cabía el odio. Un año después del bautismo de Patricio, él fallece.
Por temas de crianza por parte de Patricio a Agustín, éste estaba alejado de la espiritualidad también y él si que fue rebelde. Era un muchacho muy inteligente y estudioso, pero poco le interesaba la vida espiritual. Para Mónica fue un reto ahora que Agustín cambiara su forma de llevar su vida; cuando enfermó gravemente, le tuvo miedo a la muerte e intento cambiar y ser católico, pero cuando ya sano, de nuevo abandono la idea de ser religioso; al contrario, entró en una secta maniquea y esto si no lo soportó Mónica, quien decidió sacarlo de la casa, pues ella no recibía enemigos de Dios en su morada.
Con el tiempo, Agustín es más difícil de impresionar con el amor de la fe, y cansado de todos los intentos por su madre para su conversión, decide irse a Roma a impartir clase.
Mónica se va detrás de él pues en su corazón aun guardaba la esperanza de lograr su conversión. Estando ya en Roma, Santa Mónica conoce al arzobispo Ambrosio, un santo italiano, que se une a las súplicas de la Santa por la conversión de Agustín. Él también ofrece sacrificios y oraciones por la vida religiosa de Agustín y luego de tan fuerte perseverancia, San Ambrosio, con su sabiduría y gran personalidad atrajo la atención de Agustín y este decide poco a poco cambiar su relación con la religión. Finalmente es bautizado en el año 387 en la fiesta de Pascua de Resurrección y con ello la alegría de Santa Mónica al ver su hijo por el buen camino.
Luego de tal logro, Santa Mónica ya podía disponer de su alma para descansar, y en diálogo con su hijo Agustín le comenta: «¿Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte cristiano.» Cuando su corazón vio que había logrado lo que por tantos años deseaba, ver a su hijo convertido, muere a los 55 años en 387 por una fiebre que la invadió pocos días después del encuentro de Agustín con el Señor.
Con este testimonio de vida se recuerda al cristiano que no hay nada imposible ante la misericordia de Dios, que la perseverancia y la constancia en la oración realizará grandes proezas, y que desde que se ore con el corazón tales súplicas será recompensadas, los sacrificios y la entrega a Dios son razones suficientes para que Él haga su obra en nosotros.
Hoy nos entregamos a la fe como Mónica lo hizo para reconocer la misericordia de Dios y enaltecer la bondad de su corazón al permitirle la entrada al reino de los cielos a cualquier ser humano que decida convertirse y creer en el evangelio. Hoy como comunidad del Minuto de Dios, suplicamos y rogamos que Santa Mónica nos conceda esa perseverancia, esperanza y fuerza en la oración ante las adversidades, para que como ella seamos también intercesores en el camino de la conversión de muchos quienes están alejados de la luz guía de nuestro Señor, Amén.