La conducta del creyente

El Señor nos ha hecho sus hijos por la Gracia de Cristo, y ha determinado una serie de directrices con las que el creyente debe conducirse mientras viva en este mundo y con las cuales hará la diferencia entre quienes le rodean. En la reflexión que el padre Javier Riveros, sacerdote eudista del Minuto de Dios, nos enseña cuáles son estas normas de conducta que agradan a Dios.

En la 1ra carta del apóstol Pablo a los Tesalonicenses, capítulo 4, versículos del 1 al 12, el @padreriveros nos muestra las normas de conducta del creyente y con las cuales podemos progresar espiritualmente. Un primer aspecto que el padre Riveros enumera en su enseñanza es el agrado de Dios cuando sus hijos crecen continuamente en la fe, cuando hacemos de la oración un ejercicio diario que da sentido a nuestra vida. El Señor se complace cuando servimos a otros desinteresadamente, cuando hacemos todas las cosas con amor y sencillez de corazón. “A veces creemos que la vida dedicada al Señor nos va a estancar, pero no es así” dice el sacerdote eudista. Exacto, no nos va a estancar, porque, cuando ponemos a Dios en primer lugar, Él nos lleva de victoria en victoria y de triunfo en triunfo (2da Corintios 2;14).

Pero el deseo del Señor para nosotros no se queda ahí. Nuestro Padre quiere que llevemos una vida santa, pero no una santidad regida por legalismos y religiosidad sino la santidad que se vive desde el amor, “todo lo que hagas hazlo con amor y por amor; y estarás creciendo en la santidad” afirma el padre Javier Riveros, director de la Emisora Minuto de Dios Bogotá y Medellín. El Señor nos pide santidad porque Él es Santo (1ra de Pedro 1;16).

El Señor toca un aspecto muy importante en la vida del ser humano, un aspecto que mal administrado pone en riesgo la santidad de la persona y es la sexualidad. Dios es muy claro al respecto; nos pide que tengamos dominio sobre nuestros cuerpos, por ello, nos da su Santo Espíritu, para que mediante su intervención podamos someter nuestros impulsos a la obediencia a Cristo. “La sexualidad es un regalo de Dios que se debe vivir desde el amor y el respeto”, una sexualidad sana es aquella en el que el respeto por nuestro cuerpo va de la mano con el respeto a la integridad del otro; la sana sexualidad dignifica al hombre y lo conduce en la Voluntad de Dios, que nadie abuse de tan especial don.

De igual manera, una vida que agrada a Dios es una vida que ama como el Señor ama, “no hay nada más apartado de Dios que pretender amarlo sin amar a las personas”, el verdadero amor es aquel que ama por encima de las faltas. No amamos de un día para otro, nuestro Padre es consiente de nuestra naturaleza, por eso nos insta a que el amor que practiquemos esté continuamente en crecimiento; perdonar es un acto de amor real. Practiquemos amar un paso a la vez, un paso firme y constante, solo así seremos creyentes expertos en el amor que lo puede todo (1ra Corintios 13).

Finalmente, el Señor nos llama a vivir tranquilos y a mantenernos ocupados; a no dejarnos abrumar por acciones, personas o circunstancias que buscan robarnos la paz. Un verdadero cristiano es un hombre tranquilo, sereno, en el que se manifiestan los dones y los frutos del Espíritu Santo se hacen visibles en la calle, en el trabajo, en el hogar; la tranquilidad en el hogar depende mucho de nosotros, pues es allí donde nos mostramos tal cual somos.  El trabajo es una bendición de Dios, por lo que nos pide que nos mantengamos ocupados en nuestros asuntos, una mente ocupada no se desvía ni pierde el tiempo; si tu mente está ocupada en una labor, crecerás y te perfeccionarás en esa labor. Haz con honradez cada tarea que llegue a tu mano, pues en ella hallarás el sustento y la honra delante de los demás.

Sigamos estas direcciones que el Señor nos da. Cuando las ponemos en práctica alegramos el Corazón de Dios y lo estamos haciendo visible a los hombres. Esto es hacer Su Voluntad en la Tierra como en el Cielo.

“Padre mío, me has instruido para toda buena obra a fin de que con mi vida te alabe y te honre. Ayúdame a cumplir cada día cada uno de tus mandamientos, a vivir en amor, en santidad, en pureza, en calma, en provecho y en honestidad. Quiero vivir una vida que te agrade y que a través de ella muchos puedan llegar a conocerte de verdad. Recibe mi adoración, en el Nombre de Jesús. Amén”

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