La sociedad nos ha llevado a creer que debemos responder de la misma manera a como nos han tratado, es decir, si nos han hecho el mal debemos procurar hacerlo el doble, si nos han hecho el bien ya estamos a paces y no tenemos que hacer más. Hemos crecido en medio de una sociedad que ha mutado su moral a su percepción, centrando al individuo e integridad por encima de los demás y “dotándolo” de la capacidad de hacer y deshacer con el fin de cuidar su libertad.
Jesús dio un cambio de paradigma para su época y esto sigue vigente hasta la actualidad, aunque enseñaba con sus Palabras, también lo hacia con sus acciones. Son innumerables los pasajes bíblicos que nos dan muestra de su amor desmedido, perdonando lo que para su época era imperdonable, dando una nueva oportunidad a muchos e inclusive, devolviendo la vida a los que la habían perdido.
Lo que el Señor nos mostró es que tenemos que hacer el bien sin importar el contexto o el momento Él es un hombre de hechos concretos. Todo aquel que hace el bien sin importar es merecedor de grandes méritos e inclusive ganador de una gran recompensa en el cielo.. En el Antiguo Testamento se hacía énfasis en que se debía tratar al malo como malo y al bueno como bueno. Cristo ha cambiado esa perspectiva, mostrando al Padre que es dador sin medida, una respuesta basada en el amor. Siendo agentes de la paz, sin ningún tipo de apegos y por encima de todo, aportando a la construcción de un mundo mejor