Los distintos modelos sociales, las diferentes culturas han creado en el colectivo un imaginario que permite que cada uno de nosotros seamos capaces de idear un mundo al cual desearíamos aspirar por todos los medios. Es claro que vivimos en un contexto en donde la inequidad y las injusticias están al orden del día, el que tiene mucho dinero, en la mayoría de los casos, se preocupa más por lo que puede obtener para sí mismo que en poder dar a los que lo necesitan.
Individualismo a flor de piel:
Primero yo, segundo yo y tercero yo se ha convertido en la jerarquía que domina el mundo, el individualismo extremo ha hecho tanto daño porque no solo coloca el “sí mismo” por encima de todo, si no lo lleva a aislarse de los demás o no conectar enteramente con su entorno y dejar por fuera de la ecuación cualquier cosa o persona a la cual no se le pueda abstraer beneficios.
Los tesoros de la Iglesia:
La Iglesia, desde sus inicios ha tenido algo claro y es que la opción fundamental debe ser por los pobres, por los más necesitados, por los que son olvidados y su dignidad ha quedado por el suelo. Así como San Lorenzo Diácono enunció que los tesoros de la Iglesia eran los pobres, los humillados y los enfermos, así mismo nosotros estamos llamados a imitar esta acción y a ser artífices del amor de Dios.
Cristo restauró la dignidad y les dio la salvación a los que eran vistos como nada, nosotros estamos llamados a imitar sus actos. Ser obreros del reino es un legado que Jesús nos ha dado, es claro que dicho trabajo no es fácil pero todos nosotros estamos capacitados para ello. Es por esto que en este día tenemos un gran reto y es el de realizar tres obras de caridad, ayudar a alguien que lo necesita, escuchar las dificultades y otras miles de maneras más pueden ayudar a que nosotros seamos capaces de cumplir con el mandamiento que el Señor nos ha dejado: que nos amemos los unos a los otros como él nos ha amado.
