La Semana Santa cada año varía su inicio y culmen dependiendo de un factor que muchas veces pasa desapercibido. El origen de esta fecha se debe a que según la datación y la narración de los Evangelios Cristo murió cerca a la pascua judía la cual es la fiesta en la que el pueblo judío recordaba su salida de Egipto. Con el Concilio Ecuménico de Nicea celebrado en el 325 se definió que la Semana Santa se celebra el primer domingo de la luna llena después del equinoccio primaveral, es decir hacia finales del mes de marzo o inicios del mes abril
Hoy con la celebración del Domingo de Ramos recordamos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, Él siendo dotado de toda gloria y majestad por el Padre se abajó a la realidad del ser humano, todo, menos en el pecado. En el Evangelio según San Juan 12, 9-11 se narra que mucha gente había llegado a Jerusalén para la celebración de la Pascua judía. Él es recibido en un burrito por todo el pueblo mientras le batían ramas y le gritaban ««¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, y el Rey de Israel!»; recordando así lo que había sido profetizado en el libro de Zacarias.
La llegada de Jesús a Jerusalén antecede el inicio de su misterio pascual y es que cada uno de nosotros estamos llamados a recibirle, adorarle, entregarle nuestra vida y darle el control de todos los aspectos de nuestra existencia. Jesús vino al mundo para dar cumplimiento a la voluntad del Padre. También, es un tiempo para recordar todo lo vivido en esta cuaresma, la cual nos ha llevado a hacer un alto en el camino, a escuchar la voz de Dios y a querer tener un encuentro más cercano con Él.