Es en Jesucristo donde la vida del ser humano se plenifica y tiene un nuevo sentido, así mismo como lo decía San Agustín «Nos hiciste, Señor, para Ti; y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti» (Confesiones, I, 1). Nuestra existencia toma un nuevo rumbo cuando se comprende que Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Los que aceptamos al Señor como nuestro Salvador comprendemos que no estamos perdidos, es decir, en Jesús encontramos camino para recorrer, siendo por medio de Él llevados al padre.
Muchas veces nos dejamos llevar por el mal, nos perdemos en el engaño y en la discusión. El enemigo quiere esto para nuestras vidas, quiere que nos alejemos de manera constante de Dios y que rompamos totalmente nuestra relación con Él. Sin embargo, cuando reconozco que en Jesús vivo la verdad, todo lo demás cae por su peso, es en Cristo donde nuestra vida se resignifica y cambia y vivimos su justicia y su paz. También el Señor, dice: yo soy el pan de vida, esta expresión nos refiere a lo más cotidiano de la vida, Él se encarga de darle fuerza a nuestra vida y nos aleja de estar sin vitalidad.
Finalmente, en Cristo encontramos el triunfo sobre la muerte, el que crea en Él, aunque muera, tendrá vida eterna y es que el llamado es contundente, no nos debemos dejar tobar la vida, debemos sacar la muerte y se capaces de construir y armonizar nuestro entorno para que el Señor obre desbordadamente en nuestra existencia.
