Adviento, Reporteros de una Gran Noticia

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (1, 1-8)

Este es el principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. En el libro del profeta Isaías está escrito:

He aquí que yo envío a mi mensajero delante de ti, a preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”.

En cumplimiento de esto, apareció en el desierto Juan el Bautista predicando un bautismo de arrepentimiento, para el perdón de los pecados. A él acudían de toda la comarca de Judea y muchos habitantes de Jerusalén; reconocían sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.

Juan usaba un vestido de pelo de camello, ceñido con un cinturón de cuero y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Proclamaba:

“Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.

El sueño de todo periodista, por lo menos así lo he entendido en todos éstos años de micrófonos y cables o cuando se conversa con algún colega, es algún día ser el revelador y portador de una noticia que estalle en los radios, que detenga las rotativas del periódico para cambiar la primera plana, además de la inexorable virtud de la chiva de poder decirlo de primero. Todos alguna vez (por lo menos en esta profesión que amo) hemos soñado con decir algo tan pero tan sobresaliente que además de decirlo primero, revelarlo y sorprender, sea verdad.

Oir a Juan Bautista en el Evangelio de San Marcos, me hace pensar en la reportería espiritual que debe hacer cada Cristiano, para ser portador de una gran noticia.

Juan bautista, reportero de su época, publica un titular fenomenal “Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.

Juan el bautista, era famoso en su época, un gran periodista, de alta audiencia, por los seguidores que tenía que iban tras sus palabras y reflexiones diarias, sus editoriales sobre la paz, la armonía y el reinado de uno que vendría después que él, a traer de nuevo el orden a un mundo convulsionado, a un contexto absurdamente sometido a la injusticia y la oscuridad de la opresión (de fuera – y la interna), Juan el Bautista, no se anunció a si mismo, anunció a uno más grande que Él, preparó a su audiencia, con una campaña de expectativa tal, que la atención y el rating disparó todas las mediciones, Juan, es un éxito de sintonía.

Pero los tiempos de Juan el Bautista ya han pasado, y la noticia que anunció aún resuena, aún se anhela, aún permanece en la expectativa, porque Juan publicó su gran noticia, porque simplemente creía en lo que anunciaban sabía que iba a suceder. Éste es  el gran reportaje del Adviento.

Pero ya la tarea no le corresponde a Juan el bautista. Es imperativo el compromiso el anunciar la gran noticia del Salvador que viene a rescatar a todos, por igual, sin distinción, sin preferencias, sin titulaciones, sin primeros lugares.

Se nos anuncia, el restablecimiento y el reordenamiento y la posición en orden de todas las cosas, en dónde todo será como siempre ha debido ser, en el orden, lugar y tiempo que Dios tiene preparado.

Se nos anuncia una noticia real, anhelada, que sabemos de su cumplimiento, ¡¡¡¡que sucederá !!!  no se nos promociona un electrodoméstico, una promoción, un político, un protagonista de reality; se nos proclama un Rey, un Salvador.

¿Cómo creer y entender ésta gran noticia? pues con una convicción tal que toda nuestra vida se centre y venza las duras realidades, y derrote los desganos de vivir, porque debe enardecer el corazón cuando se nos promete un Salvador, que trae eternidad, asociada a la felicidad, una felicidad que supera nuestra debilidad humana, para entender que tenemos un Dios que sobrepasa los planes de nuestro corazón, para proponernos una nueva forma de vivir para salvar nuestra alma.

Ven, Ven no tardes tanto, porque necesito vivir en tu eternidad, prefiero tu eternidad de amor y gozo, que éste breve instante de soledad e incertidumbre que es la vida sin ti. 

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