El apóstol San Pablo invita a los romanos a ofrecer su vida como «sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios: este es el verdadero culto». Este sacrifico espiritual implica aceptar con humildad los dones de Dios y compartirlos generosamente en la comunidad.
En las primeras comunidades cristianas había dones diversos según la gracia que Dios ha concedido a cada uno: la profecía, el ministerio, la enseñanza, la exhortación. El que da, con sencillez; el que preside, con solicitud; el que ejerce la misericordia, con jovialidad (Cf. Rom. 12, 6-8).
La primera carta del apóstol San Pablo a los corintios nos dice que en la comunidad hay diversidad de personalidades, temperamentos, dones, oficios, ministerios, pero el Espíritu es uno y todos somos miembros del único cuerpo de Cristo. Por eso más que excluirnos entre nosotros, necesitamos complementarnos (Cf. 1 Cor. 12, 1-31).
Aceptar con humildad los dones de Dios
San Pablo prosigue describiendo, el don el amor por el cual los cristianos imitan a Jesús. El apóstol parece ofrecernos toda su experiencia de vida en esta frase: «la fe, la esperanza, el amor. Pero la más grande de todas es el amor» (Cf. 1 Cor. 13, 1-13).
Todo esto había sido anunciado por el profeta Joel en su visión: el «día del Señor» será terrible, pero al derramar su espíritu todos los que lo invoquen se salvarán, se convertirán en profetas y comenzará un mundo nuevo (Cf. Jl. 3, 1-5). Y lo vio realizado el evangelista San Marcos: «Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas…» (Mc. 16, 17).
PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL…
- ¿Es importante la vida en comunidad para un cristiano?
- ¿Considera que tiene algún don que pueda compartir en la comunidad?
- ¿Tiene usted conciencia de estar unido por el Espíritu Santo a los demás miembros de su comunidad?
- ¿A qué da usted más importancia en su día a día, a las cosas que hace o sabe, o a cuánto ama a los demás?
- ¿Pone el amor como norma de todos su actos?