A través del desierto Dios nos guía a la libertad


El Pueblo de Israel fue el elegido por Dios para mostrar su amor a toda la humanidad. Ha sido una historia que maduró con el tiempo, teniendo altas y bajas en muchos de los casos. Dios llevó al Pueblo fuera de su zona de confort, los alejó de su esclavitud para querer darles una nueva libertad.

El Padre es misericordioso y está en todo momento acompañando a sus hijos; aunque estos se alejen muchas veces de Él. No obstante, estamos llamados a querer vivir un nuevo tiempo de cercanía y de amor con el Señor.
Estamos en un mundo que ha tenido grandes avances, deberíamos avanzar también en nuestro crecimiento personal. Sin embargo, en el ser humano muchas veces se ve el deseo de regresar al lugar en donde el Señor lo ha sacado. Es como si hubiese en él un deseo de querer mantenerse en lo que ya vio, un detrimento de su propia libertad.
La cuaresma es el tiempo de gracia en el que el desierto se convierte en el lugar del primer amor, Dios en ningún momento se cansa del ser humano, a veces es este el que se cansa de ser perdonado. Para este tiempo de cuaresma el Santo Padre recuerda que Jesús fue conducido al desierto para ser probado en su libertad.

Por lo anterior, invita a actuar y en el tiempo de la cuaresma actuar implica detenerse en la oración, detenerse ante el herido y así poder escuchar la Palabra de Dios.

Es tiempo también para vivir decisiones comunitarias que vayan en contra corriente a lo cotidiano y genere en los demás un aprecio por la vida.
Por último, el ayuno, la limosna y la oración se convierten en las herramientas fundamentales para lograr despojarse de todos los ídolos que se van adquiriendo con el paso de la vida.

Es un tiempo que inicia con destellos de esperanza, de prepararse para buscar un mejor porvenir en el mundo.

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