Vivimos en una época llena de cambios, desafíos y oportunidades. La velocidad de la información, los avances tecnológicos, las transformaciones sociales y culturales nos sitúan en un mundo en constante movimiento. Sin embargo, en medio de esta realidad, los creyentes estamos llamados a descubrir algo más profundo: la voz de Dios que sigue hablando en los signos de los tiempos.
Esta expresión, tomada del Concilio Vaticano II, nos invita a mirar la historia, no como un escenario caótico o ajeno a la fe, sino como el lugar donde Dios se revela, guía y llama.
Escuchar a Dios en los signos de los tiempos significa aprender a leer los acontecimientos con una mirada espiritual, discerniendo en ellos la presencia del Espíritu Santo que actúa en lo cotidiano.
Dios no se manifiesta solo en los templos o en los momentos de oración; también habla en la vida de los pueblos, en las luchas por la justicia, en el clamor de los pobres, en el cuidado de la creación, en la búsqueda de paz y en los nuevos lenguajes culturales que interpelan a la Iglesia a salir de sí misma. Cada signo, cada realidad humana, puede ser una palabra divina si la contemplamos con el corazón abierto y la mente atenta.
Pero escuchar a Dios no es tarea fácil, requiere silencio interior, humildad y discernimiento espiritual. En un mundo lleno de ruido y opiniones, la voz del Señor no siempre se impone con fuerza; muchas veces se manifiesta como un susurro, como una inspiración que brota del encuentro con la realidad y con la Palabra. Por eso, el creyente debe cultivar una actitud de vigilancia, de oración y de lectura creyente de los acontecimientos.
El Papa Francisco nos recuerda que el discernimiento es una gracia del Espíritu Santoque permite reconocer lo que viene de Dios y lo que no. Escuchar los signos de los tiempos, entonces, es también dejar que el Espíritu renueve nuestras mentalidades y estructuras, para que la Iglesia no repita esquemas del pasado, sino que responda con fidelidad creativa a las necesidades del presente.
Hoy, los signos de los tiempos nos hablan de fraternidad, de cuidado de la vida, de apertura al diálogo y de la urgencia de volver a lo esencial: el amor a Dios y al prójimo. Nos llaman a ser una Iglesia en salida, cercana a los que sufren y comprometida con la esperanza.
Escuchar a Dios en los signos de los tiempos es, en definitiva, aprender a descubrir su presencia en la historia y en la vida cotidiana, creyendo que Él sigue actuando, hablando y conduciendo a su pueblo hacia la plenitud del Reino.



