Sabemos que hemos sido bautizados por el Espíritu Santo cuando sus dones se hacen visibles en nosotros. Ninguno es menor pues cada uno está para la edificación del cuerpo de Cristo. En 1ra de Corintios capítulo 14, del verso 1 al 5, el apóstol Pablo les escribe a los creyentes en Corinto sobre la importancia de un don en específico, un don dado por Dios para comunicar su mensaje a su Pueblo.
En su motivación para el día de hoy, en el programa Hoy es tu día, el padre Javier Riveros, nos trae una enseñanza que nos impulsa a pedir al Espíritu Santo este don a fin de ser partícipes del crecimiento de la Iglesia del Señor.
El don de profecía es aquel en el que la persona que lo tiene, se convierte el receptor de la Voz de Dios; y lo que comunica no es de inspiración personal sino de carácter divino; es decir, se convierte en un instrumento para comunicar un mensaje puntual de parte del Señor al hombre. Para administrar adecuadamente los carismas del Espíritu Santo en nosotros es necesario tener amor, el Amor del Señor en nosotros, porque sin él ¿para qué los carismas?, dice el @padreriveros. El amor orienta nuestra vida y direcciona los dones y talentos que el Señor ha depositado en ella. Debemos amar antes de tener los carismas. Una vez amemos como lo hace Cristo, podemos anhelar los dones si se nos darán, porque no estaremos siendo guiados por intereses personales sino por el deseo y el propósito de ayudar a otros. Luego, Pablo aconseja a la Iglesia a pedir los carismas, pero especialmente el don de Profecía.
El don de Profecía a diferencia del don de hablar en lenguas está dado para edificación de los oyentes. Dios habla a nuestro espíritu, nos muestra su Pensamiento y Voluntad. Este mensaje nos edifica de adentro hacia afuera, para luego ser comunicado a los creyentes y que se cumpla el propósito por el cual el Señor la envío; sea para formar, animar o consolar. Cuando el Señor le da a alguno este don significa que aun hoy Él se sigue hablando a su Iglesia y que lo hace de forma audible.
El profeta es un hombre de palabra, humilde; que se silencia a sí mismo para que Dios sea escuchado por todos” afirma el sacerdote eudista. El don de profecía es un ministerio que requiere un alto respeto por el Señor y un profundo temor reverencial hacia su Palabra, Voz y Presencia. El profeta es una persona que está lejos de envidias, que no procura la gloria para sí, que no vive ni alimenta su ego, es una persona que murió a sí mismo para dejar que Dios le usara por completo y sin condiciones. Un profeta genuino es el que habla la Palabra del Señor, independientemente si es agradable al oído o no.
“Procura los dones del Señor en tu vida y sirve a todo aquel que necesite ser tocado por Dios” Todos los carismas nos hablan de Cristo, son por Él para Él. Cristo es la Profecía de Dios y es la materialización de toda profecía delante de nosotros, la profecía que cambia vidas y trae esperanza.
“Espíritu Santo, ven y úngenos con tus carismas. Danos tu Amor para que cada don que deposites en nosotros lleve fruto abundante para alegría del Padre. Toca nuestros labios y nuestros corazones con tu Carbón encendido, purifícanos y haznos aptos para llevar esa Palabra puntual que edifica y cambia vidas a un mundo necesitado de Ti. Estamos dispuestos para toda buena obra, úsanos para que tu Nombre sea glorificado. Amén.”