¿Unidad marital o divorcio?

Justamente la esencia central del evangelio de hoy, se desarrolla bajo dicho cuestionamiento. El cual no era más que una pregunta un tanto capciosa, es decir, que el grupo farisaico pretendía confundir a Jesús para que entregara una respuesta errónea y así poder justificar públicamente el rechazo que éstos profesaban por él.  

Sin embargo, Cristo responde citando la Escritura, en este caso el Génesis; “en principio los creo hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”.

Por lo anterior, no queda más que entender que todo está entrelazado, es decir, que la pareja forma una unidad en la cual todo se funde. Al igual que Cristo forma unidad con la Iglesia, de la misma manera los casados ya no son dos sino uno. No obstante, cuando el corazón alberga heridas emocionales, afectivas y existenciales que no han sido tratadas, estas se infectan y drenan su malestar hacia el exterior, infectando de esa manera todo el entorno familiar.

En consecuencia, la familia que debe ser una escuela y nido de amor termina convirtiéndose en un sitio árido, frío, apagado, distante y sin color.

La clave de la unidad familiar reposa en tres pilares. El primero de ellos; es Jesús entrando en dicha unidad. El segundo; sanar las heridas internas. El tercero consiste en abandonar todo tipo de egoísmo y altivez, pues ello es una deformación de la esencia del amor.

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