Lectio Palabra vivificante. Fidel Oñoro cjm
Mc 5,21-41: ¿Quién me ha tocado? … La cogió de la mano y le dijo ‘Talitha qum’
Ante la muerte y su preludio, la enfermedad, chocamos con las fronteras de la vida, límites que desafían nuestra capacidad y desinflan nuestras ilusiones. ¿Qué papel juega ahí Jesús?
Podríamos no tomarlo en consideración, como dice el desconsolado mensajero de la mala noticia: ‘¿Para qué molestar más al Maestro?’. Ahí está el punto. Pues bien, tres reacciones distintas y una retórica del cuerpo dan la respuesta.
Observemos la retórica del cuerpo: una gran necesidad de vida se expresa en el lenguaje de los gestos.
Jairo, figura pública y reconocida, suplica, habla, insiste, se arroja al suelo delante de Jesús.
Una mujer anónima, a escondidas, que sólo habla consigo misma, toca furtivamente a Jesús.
Ambos bien caracterizados, casi en espejo el uno con el otro: diversas expresiones del mismo lenguaje, común es la confesión de la impotencia y la convicción, una misma la comprensión de Jesús como sanador.
Observemos las tres reacciones: la de la gente, la de la mujer y la de Jairo.
Saltan diversos puntos de vista sobre Jesús, así como sutiles pero preciosos itinerarios de fe. Son tres maneras de responder frente a una enfermedad incurable y ante la muerte del ser más querido.
Primero, la gente
El narrador representa a la ‘gente’ en la calle y en la casa de Jairo.
Por un lado, en la calle, notamos el apretujar pero sin ‘tocar’ a Jesús (atención con las palabras de los discípulos), ¿Qué ‘contacto’ es ese?
Por otro lado, en la casa, la algarabía del llanto, la resignación fatalista.
En la calle ironizan con sarcasmo al Maestro (‘Ves como te apretujan y preguntas…?’), en la casa ‘se reían de él’. La gente (y los discípulos) representan lo contrario de Jairo y la mujer, como se nota enseguida.
Segundo, la ‘hemorroísa’
Una mujer solitaria entra en escena. Es descrita como una persona aquejada hasta el extremo: salud agotada, finanzas agotada, expectativas de solución agotadas.
Pero hay otro detalle que interesa: es marginada de la convivencia por razones de pureza ritual.
Con todo, ella no se resigna. También es realista, sabe que si la pillan allí la van a echar, porque la gente tiene miedo de la contaminación.
De ahí su plan secreto, que solo conoce el lector, de ‘robarle’ a las espaldas la curación valiéndose de la confusión del tumulto.
Nada de magia en el gesto. Jesus lo aclara enseguida: fue su ‘fe’ (a la que todavía los discípulos no han llegado). Esta mujer intuyó el misterio de Jesús portador de una capacidad revitalizadora más allá de lo conocido.
Su ‘fuerza’ no sólo sana del mal físico sino del mal social de la marginación. Eso es restablecer el ‘cuerpo’ y lo que aquí da sentido a los contactos.
El ‘vete en paz’ es la segunda parte de la sanación-salvación: la reintegración en la convivencia.
Tercero, Jairo y su hija difunta
Con el episodio siguiente de la resurrección de la hija de Jairo se extiende el tema de la fe. Jairo ya había dado señales al principio, cuando la expresó con el gesto de la postración. Ahora Jesús le pide dar un paso más: mantenerla, sostenerla en el tiempo. ‘¡Continúa creyendo!’ (5,36).
‘Continúa…’ Jesús le pide obstinación en la fe, seguir adelante en medio de la prueba a prueba, así como hizo la mujer, capaz de atravesar obstáculos transitando por las noches de la vida, aún en el abismo de la desesperación. Lo que está en vista es reconocer que el querer de Dios es la vida.
‘¡Talitha qum!’. El Jesús que toma de la mano y levanta a la pequeña desvela los rasgos del Dios amante de la vida, que tocando y dejándose tocar quiebra la distancia entre puro e impuro, entre sagrado y profano, entre acogida y despedida, entre la muerte y la vida. Era el Dios que Jairo veneraba en la sinagoga y que por fin conocía en su propio hogar.
Entonces…
Frente al dolor no se hacen preguntas ni se dan respuestas, uno más bien se pone en camino, va al encuentro. Es lo que hacen con Jesús estas dos personas en el colmo de su desesperación, Jairo y la mujer hemorroísa.
Que alguien se te ponga al lado, se te haga cercano, te escuche en lo más profundo, es el secreto de la protección de la llamita de fe que te habita en lo interior.
Y aún cuando la última migaja de fe pudiera morir junto con el aviso de la muerte de un hijo, Jesús tiene la valentía de decirte: ‘Continúa teniendo fe!’
El ‘Talitha qum’ es una palabra que se vuelve gesto. Jesús te toma de la mano y te dice: No importa que tan grande sea el dolor que llevas dentro, juntos podemos levantarnos, resucitar, volver a vivir y ser capaces de recibir y dar amor.
Pues sí, un evangelio de gestos, de historias de la fe que salva, de la fe declarada no con palabras bonitas sino con exquisita retórica corporal, con el lenguaje de cuerpos postrados, de brazos extendidos, de manos que tocan. ¿Hasta dónde llega mi fe? ¿Cómo se expresa?