La Palabra del Señor nos habla de una acción fuerte, de la radicalidad, de ser radicales. En la primera lectura de Isaías 1, 10-17 nos dice Dios: yo no acepto sus ofrendas, no me gustan sus ofrendas, lo que yo quiero de ustedes es un corazón bueno, que ayude a los necesitados , y nos añade “deja de hacer el mal, aprende a hacer el bien, busca la justicia, socorre al oprimido, protege el derecho del huérfano, y defiende a la viuda” vemos aquí que el Señor nos está mostrando que los nos preocupan las ofrendas pero no por tener un corazón limpio, honesto y tampoco nos preocupamos por los demás.
En esta pandemia, también es un llamado a pensar un poco en el que sufre, que tiene una necesidad, que tiene menos que nosotros, que está pasando por dificultades. Acerquémonos a ayudarle.
En el evangelio de Mateo 10, 34- 11,1, Jesús nos dice: no ames a nadie por encima de Dios, nada ni nadie puede superar este amor. Debemos aprender a tener una escala de valores, no puede existir en nuestra vida un amor más grande que el amor a Dios, y nos habla también sobre la radicalidad, no tolerar mediocridades, poner a Dios en el primer lugar y luego amar a los otros en su justa proporción, porque si ponemos a otra personas en primer lugar nos llevaremos muchos sufrimientos, decepciones, y contrariedades en la vida.
Ser radicales es amar a Dios no solo de labios para fuera, no tolerar mediocridades, para también ser solidario con el otro, ser un católico convencido de verdad. Asumamos hoy el Evangelio con su fuerza, dinamismo y capacidad de transformación para nosotros.