Dios nos ha hecho seres para estar en sociedad, no existe el hombre aislado que está encerrado y apartado de todo. En algún momento de nuestras vidas, somos llamados a conocer al otro y a entablar canales de comunicación que se convierten en bendición para los demás. No obstante, la base de estas relaciones debe estar sobre el amor de Dios. Un amor que no se agota, un amor que perdura por encima de todo, un amor que nos brinda la unidad.
En Jesucristo puedo ver la plenitud del amor partiendo de 4 puntos:
- Siendo compasivos.
- Fraternales.
- Misericordiosos.
- Humildes.
Los 4 puntos en mención los podemos utilizar como pilares para la unidad, para lograr vivir en fraternidad plena y así construir un mundo mejor desde cada una de nuestras realidades.
El Señor también nos llama a ser contramedida a las posturas que el mundo nos propone, en la normalidad se habla de que si te hacen el mal tú también debes hacerlo e incluso empeorarlo. Cristo, por su parte, nos exhorta a que, al recibir mal, demos bien. Nuestra sociedad justifica los malos actos en virtud de que el otro lo hace; esto no justifica tales acciones negativas.
Por el contrario, los cristianos estamos llamados a bendecir entendiendo esto en nuestra mente y sembrándolo en el corazón, debemos bendecir al que tenemos al lado, limitar nuestras malas palabras o acciones y buscar siempre la felicidad propia y de los demás.
Dios desea que tengamos un mismo sentir, que nos parezcamos dìa a dìa a nuestro Padre y que así, seamos capaces de ser constructores del Reino del amor para Soñar un mundo mejor.