El Don de Pentecostés que consolidó las primeras comunidades cristianas en La Palabra de Dios: el compartir, la Eucaristía y la Oración, continúa renovando la Iglesia a través de los tiempos. El libro de Hechos de los Apóstoles, nos cuenta que los primeros cristianos «eran fieles en conservar la enseñanza de los agósteles, en compartir lo que tenían, en reunirse para partir el pan y en la Oración. (Hch 2, 42).
• Óleo: ¿Qué significado recóndito se encierra en ti, oh bálsamo? ¿Por qué te consagró la Iglesia como signo del Espíritu? Sin duda porque tu vida estuvo unida a la historia de los hombres, a quienes siempre serviste. Tú iluminaste a los mortales desde la antigüedad. Tú alimentaste las lámparas y te transformaste, por una lucha insomne con las tinieblas, en el resplandor que acompañó al hombre a lo largo de sus vigilias. Tú diste la paz a las vírgenes prudentes que de tí hicieron abundante provisión, para estar atentas a la llegada del esposo. (Mt 25, 4)
• Viento: La palabra “espíritu” significa “viento”. Nuestro idioma conserva el recuerdo de este sentido original: “Respirar, aspirar, expirar, inspirar…” son voces que aluden al aire que entra o sale del fuelle pulmonar, desde que Dios “insufló en el hombre aliento de vida y lo hizo ser viviente” (Gen. 2, 7).
A Dios lo llamamos: “Espíritu Santo”.
Para comprender en algo quién es ese soplo divino y cómo actúa, conviene reflexionar en la realidad del “viento”, en su naturaleza, en sus características que evocan el obrar divino en los hombres y en la Iglesia.
• Sello: El hombre es propiedad del Creador quien lo formó a su imagen y semejanza. La impronta de Dios en el hombre quedó marcada cual si fuera un sello. La Biblia y la literatura eclesial emplean frecuentemente la figura del “sello” para aludir el bautismo, a la cruz y al Espíritu Santo. Vamos a reducirnos a este último sentido.
Dios tiene un sello definitivo para marcar a cuantos adopta por hijos y hace copartícipes de su naturaleza divina. Quien sella es Jesucristo, “a quien Dios Padre acreditó con su sello” (Jn 6, 27). Es Él quien “nos ha sellado e infundido las arras del Espíritu en el corazón”. (2 Cor 1, 22). El sello del Espíritu es indeleble. Por él, conoce Dios a los suyos (2 Tim. 2, 19).
En esta ruta editorial les iremos compartiendo estos tres primeros símbolos del Espíritu Santo, que nos invitan a vivir una vida en relación personal, íntima, cercana, con esa Persona Divina de la Santísima Trinidad.
Vale la pena destacar que los Símbolos del Espíritu Santo son 9 y que los iremos publicando en el transcurso de estas fechas importantes hacia la preparación de la gran jornada Pentecostés Permanente.
Padre Diego Jaramillo, CJM (Presidente Organización Minuto de Dios)
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