“El Señor no ve las cosas como las ve el hombre. El hombre se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón.” – 1 Samuel 16:7 (BDH)
Lo que llevas dentro, eso eres
Muchas veces pensamos que basta con hacer cosas buenas, pero olvidamos que lo que realmente cuenta es desde dónde las hacemos. La intención es el alma de nuestras acciones. Un mismo acto —dar una limosna, ayudar a alguien, decir una palabra amable— puede ser impulsado por amor verdadero… o por orgullo, por interés, por miedo, por costumbre.
Purificar la intención es aprender a hacer el bien sin buscar aprobación, reconocimiento o recompensa. Es actuar movidos por el amor de Dios que habita en nosotros, por el deseo de hacer su voluntad, no la nuestra.
Dios mira el corazón
En el relato del profeta Samuel, cuando Dios lo envía a ungir a un nuevo rey entre los hijos de Isaí, Samuel se deja llevar por las apariencias. Pero Dios le dice algo clave:
“El hombre se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón.” (1 Samuel 16:7, BDH)
Esta es una invitación a revisar qué nos mueve por dentro. ¿Por qué digo lo que digo? ¿Por qué actúo como actúo? ¿Estoy buscando quedar bien… o hacer el bien?
San Juan Eudes y el corazón unido a Dios
San Juan Eudes enseña que la verdadera vida cristiana nace de la unión del corazón humano con el Corazón de Jesús. Y eso no es una idea poética: es un estilo de vida. Él hablaba de “vivir con el corazón de Jesús”, lo que implica no sólo imitar sus obras, sino actuar con sus mismos sentimientos.
“Que haya en ustedes el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús.” – Filipenses 2:5 (BDH)
Cuando purificamos nuestras intenciones, empezamos a ver y actuar como Cristo: con humildad, con ternura, con compasión, sin doblez.
Práctica espiritual: tres preguntas del corazón
Cada mañana, antes de comenzar el día, o antes de una decisión importante, puedes hacerte estas preguntas:
- ¿Estoy buscando la gloria de Dios o la mía?
- ¿Mi intención nace del amor o del miedo?
- ¿Esto construye o divide?
Si somos honestos, estas preguntas limpian el alma y abren espacio para la gracia.
Para meditar y orar
Señor, purifica mi intención.
Que no me mueva el deseo de ser visto,
sino el deseo de amarte y servirte.
Dame un corazón recto,
que piense con tu sabiduría y actúe con tu amor.
Amén.
Jhon Angulo