La buena noticia del Evangelio es no solamente el anuncio de Jesús, Señor y Salvador, el Cristo, sino también el anuncio del Espíritu Santo y su donación a todos los hombres. Por voluntad del Padre, unidos a Jesucristo, ahora podemos vivir una continua unción del Espíritu Santo. Porque Dios Padre no sólo ha enviado a su Hijo único Jesucristo, sino que a través de Él ha donado el Espíritu Santo, cumpliendo su promesa hecha desde antiguo: «Derramaré mi Espíritu sobre toda la humanidad» (Joel 2, 28). Jesús resucitado ha conseguido con su muerte en la cruz el perdón de nuestros pecados, la salvación y la vida eterna para el género humano.
La palabra Pentecostés tiene su origen en el pueblo judío. Ellos celebraban una fiesta para dar gracias por las cosechas, 50 días después de la pascua. Este acontecimiento es narrado en el Antiguo Testamento, especialmente en el libro del Éxodo, nos muestra que dicha fiesta se hacía cincuenta días después de la salida de Egipto.
Posteriormente, la palabra Pentecostés es tomada del griego πεντηκοστή’ (quincuagésimo día después de la Pascua) por los primeros cristianos y su celebración es referida en la Biblia por primera vez en Hechos de los Apóstoles, 2, 1-4. Esto narra el momento en que los apóstoles, varias mujeres y la Madre de Jesús, estaban a la espera para celebrar la venida del Espíritu Santo y el inicio de las actividades de la Iglesia. Esta solemnidad se conmemora cincuenta días después de la Pascua, es decir, después de la resurrección de Jesús. Pentecostés es una de las fiestas más importantes junto con la Pascua y la Navidad.
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