Lumen Gentium, en su numeral 8, expone que Cristo es el único Mediador entre el Padre y los hombres. Él, por medio de sus apóstoles, instituyó la Iglesia, la cual se convierte en el medio por el que dispensa la Gracia a todo el género humano. En los primeros siglos del cristianismo, la Iglesia fue gobernada por los apóstoles, quienes a su vez encargaron a sus sucesores acompañar pastoral y espiritualmente la consolidación de la sociedad eclesial que tenemos hasta hoy.
En el Credo Niceno se confiesa que la Iglesia tiene 4 atributos que resultan relevantes para entender su misión en la tierra.
Una:
La Iglesia es una por varias razones. En primer lugar, adopta el modelo de unidad presente en la Santísima Trinidad. En segundo lugar, se comprende que es una por su Fundador, Jesucristo mismo, quien la instituye. Y en tercer lugar, es una por su alma, que es el Espíritu Santo, quien la llena y la gobierna.
Santa:
Se comprende que la Iglesia es Santa por Cristo, quien la hace su esposa, se hizo uno con ella como un solo cuerpo y la llenó del Espíritu Santo (LG 39). También está llamada a la acción santificadora, ya que busca que todos los hombres se santifiquen en Cristo para conseguir la santidad por la gracia de Dios.
Católica:
Es importante resaltar que en la Iglesia subsiste la plenitud del Cuerpo de Cristo, y fruto de ello es enviada por Cristo en misión para anunciar a todo el género humano la redención del Hijo. Es por ello por lo que la Iglesia es para todos los que desean aceptar a Jesús como su salvador, entendiendo que esta es diversa y dicha cualidad la enriquece en el ejercicio de su misión.
Apostólica:
La Iglesia tiene una gran particularidad, y es que está fundamentada sobre el actuar de los apóstoles, el grupo de amigos que fue escogido por el Salvador para anunciar al mundo el Reino de los Cielos. También tiene la misión de resguardar la enseñanza de la Palabra y el depósito de la fe, complementando su tarea con la función de enseñarla a todos sus fieles.
