Cabe preguntarnos, ¿Por qué en la Sagrada Escritura se utiliza la imagen de la paloma como uno de los símbolos del Espíritu Santo? y quizás la respuesta sea para recordarnos que el Espíritu Santo como la paloma es dulce, gentil y puro. No solo es abrumador en poder, sino también en el espíritu de amor, gracia, comodidad e inocencia.
¿Porqué se utiliza la imagen de una Paloma?
Si indagamos sobre la paloma y sus características, nos daremos cuenta de que es un ave que seguramente hemos visto en las plazas o parques y que incluso nos hemos acercado para alimentarlos de maíz.
La paloma, en ciertos aspectos, es un ave muy interesante, y así mismo interesante en su relación con el hombre a través de la historia. La paloma es considerada el símbolo de la paz (uno de los frutos del Espíritu Santo).
Veamos algunos textos bíblicos que hacen referencia a la paloma como símbolo del Espíritu Santo:
«La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas» (Gén. 1, 2).
Esta expresión evoca un ave que se cerniera sobre el cosmos todavía confuso y vacío, para comunicarle el calor de la vida. Esto hacía Dios con el universo, lo sacaba de la nada y le infundía la fuerza evolucionadora que lo convertiría en nuestro bello mundo.
Para entender…
«Después soltó a la paloma, para ver si habían menguado ya las aguas de la superficie terrestre. La paloma, no hallando donde posar el pie, tornó donde él, al arca, porque aún había agua sobre la superficie de la tierra; y alargando él su mano, la asió y metióla consigo en el arca. Aún esperó otros siete días y volvió a soltar la paloma fuera del arca. La paloma vino al atardecer, y he aquí que traía en el pico un ramo verde de olivo, por donde conoció Noé que habían disminuido las aguas de encima de la tierra» (Gén. 8, 8-11).
Esta es la misión del Espíritu Santo: con su actuar termina el reino del pecado, se acabe el diluvio de la tribulación que ahogaba a los pecadores, y empieza la bonanza, estalla la paz entre Dios y los hombres.
«…Y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: «Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado» (Lc. 3, 22).
Con Jesucristo, empieza para la tierra una nueva vida, un renacer; la creación cautiva siente que se rompen sus cadenas, y los hombres se convierten en hijos de Dios. El Espíritu se cierne de nuevo sobre las aguas y les comunica una fecundidad especial: el que no renazca del agua y del Espíritu no podrá entrar en el Reino, dice Jesús (Cf. Jn. 3, 5)
Reflexiona y actúa
- Cada día es una gran oportunidad de vivir nuestra fe, rechazando el mal y el pecado y viviendo con la libertad de los hijos de Dios. Aprovéchala.
- Piensa en el significado del bautismo y la conversión en su propia vida.
- Promueva entre los suyos acciones que ayuden a tratar a los demás como hermanos de verdad: hijos e hijas de un mismo Padre Dios.