Lectio ‘Palabra vivificante’. P. Fidel Oñoro cjm
Mateo 5,20-26: Arregla tus malas relaciones
La clave de lectura de este pasaje está en la frase conclusiva: ’ponte de acuerdo mientras vas de camino con tu adversario’ (Mt 4,25).
Este ‘adversario’ que va de camino con nosotros es el hermano donde el juez para resolver un litigio es nuestro compañero en la vida terrena. Lo más triste: es un amigo que se ha vuelto enemigo.
Hacer una conciliación ‘mientras se va de camino’ siempre será mejor que llegar hasta las últimas consecuencias por vía jurídica.
Con mayor razón para un discípulo de Jesús, de quien se supone que está equipado para ser una persona capaz de recomponer y sanar relaciones a partir de su experiencia de la novedad del Reino.
Si uno entiende la importancia de este ’ponerse de acuerdo’, del dejar a un lado los rencores mezquinos, del amarse porque uno es hermano también en la fragilidad, en el pecado, en el límite de nuestro ser pequeños e imperfectos, entonces el juez -que es el Padre Dios- nos dará paso para la vida eterna.
En esa misma frase se deja entender el motivo del litigio: una deuda económica.
Así se ve en la frase que sanciona el destino de cárcel donde le harán pagar ‘hasta el último centavo’ (5,26).
Infelizmente antiguamente los préstamos de dinero, en un contexto social empobrecido, daban pie para perder amigos. No siempre la gente estaba en condiciones de pagarlos.
Pues bien, a partir de esta clave, podemos entender el conjunto de un pasaje que traza un camino de reconciliación.
Veamos los tres pasos que da Jesús en la enseñanza.
1. Comportarse desde la ‘justicia mayor’ del Reino
‘Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos’ (5,20).
Poco antes Jesús había dicho que no había ‘venido a abolir la ley sino darle cumplimiento’ (5,17). Este ‘cumplimiento’ es su realización plena poniendo en sintonía con el corazón del Padre.
No basta con el cumplimiento formal. Jesús remite la ley a su origen. El ir más allá de la letra implica descender hasta la raíz, hasta lo que se busca con la norma.
La implicación de esta ‘radicalidad’, o del ir hasta la raíz, se aclara enseguida con la relectura que Jesús hace de seis mandamiento: ‘Se dijo… pero yo les digo’.
La lista la encabeza el caso concreto del más conocido de todos los mandamientos, el quinto: ‘No matar’.
2. Ofender al hermano ya es matarlo
La ley dice: ‘No matar’, pero Jesús va más allá con una radicalidad increíble (5,21-22).
Uno puede decir ‘Yo no he matado a nadie’. Jesús dice que no basta no matar, que hay un mal en la palabra, en la ofensa, en la difamación, que Dios lo condena de la misma manera.
Notemos que Jesús hace una escalera de tres peldaños que describen una agresión cada vez peor:
– Uno, todo el que se enoje… Todo comienza con la rabia interior.
– Dos, el que insulte… Aquí ya se exterioriza la rabia con una agresión verbal.
– Tres, el que maldiga a su hermano con la expresión ‘raqa’, en arameo ‘cabeza hueca’. En la práctica equivale a decir: ‘Tú no eres persona, no vales nada para mí’. Es la muerte de la relación.
Podemos ver la la trayectoria: del disgusto interior a la agresión verbal y de ahí probablemente a la agresión física y la ruptura de la relación.
El problema que Jesús señala es que cuando uno tiene un disgusto con alguien, entre más deje pasar el tiempo más se agravan las cosas y, por tanto, mayor culpabilidad tiene.
En cada peldaño Jesús dice que se tendrá que responder a ante un tribunal: primero ante al tribunal local, luego ante el nacional (el Sanedrín) y finalmente ante el divino (lo implica la referencia a la ‘Gehena’). Esto quiere decir que entre más se pospone una solución, mayor es nuestra responsabilidad.
Por lo tanto, la enseñanza de Jesús va en esta línea: resuelve tus desentendimientos cuanto antes, porque si lo dejas progresar ya será insoluble.
El problema no es que haya problemas, es el que no hagamos nada por resolvernos, el cruzarnos de brazos, la pasividad o la ignorancia de la situación.
En la última frase de este pasaje Jesús dirá que hay que reconciliarse ‘en el camino’ y ‘cuanto antes’ (5,26).
No puedo decir que estoy en paz con un hermano, si yo sé que él tiene algo contra mí. De ahí la tercera enseñanza.
3. Dar prioridad a la reconciliación
La instrucción central de Jesús está en el imperativo: ‘Ve tú primero a reconciliarte con tu hermano’ (5,24).
No basta con esperar que otros hagan caminos de conversión si uno no da el primer paso: ‘Ve tú primero’, dice Jesús.
Y es importante notar aquí quién fue el agresor. No fui yo, fue el otro. Jesús no dice ‘sí tú estás enojado con tu hermano’, sino lo contrario: ‘Si tú sabes que un hermano tuyo tiene algo contra ti’.
¿Qué hay que hacer?
Pues no dejar pasar ni un instante más, resolver cuanto antes.
Para un hebreo lo más importante es el culto a Dios, acción que está por encima de todas las demás. Pues bien, Jesús te dice que hay algo más importante de lo que tú consideras más importante, esto es, la reconciliación con el hermano.
Por eso la frase: ’Si al llevar tu ofrenda al altar recuerda que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, ve tú primero a reconciliarte con tu hermano…’ (5,23-24).
Para Jesús es un contrasentido pretender estar y cerca de Dios en el altar cuando uno está lejos de un hermano en la vida diaria.
Recomponer la armonía en las relaciones es valor prioritario para un discípulo de Jesús. Es así como se practica al bienaventuranza del ‘hambre y sed e la justicia’ (5,6).
En fin…
Una tarea fundamental de la cuaresma es recomponer nuestras relaciones deterioradas.
Jesús espera de sus discípulos que suban un escalón más alto (‘la justicia mayor’), pero no en el altar, sino en la calidad de las relaciones.
Para ello coloca un listón alto: ‘No basta con…’.
No basta con decir ‘Yo no he matado’. Del discípulo se espera que se preocupe más por crear espacios oxigenados, gratos, armónicos, simpáticos, donde se resuelven con sensatez los desentendimientos.
No basta con decir ‘No tengo enemigos’. Del discípulo se espera más bien que tome iniciativas que promuevan la fraternidad.
Generalmente se entiende el perdón como un ponerle freno al mal que ya se ha hecho. Jesús lo ve de otra forma: es la buena disposición para la reconciliación, para sanar las relaciones. Para sanar lo deteriorado, sí, pero sobre todo para llevarlas a un nuevo nivel de calidad mediante un incremento en el hacer el bien.
Dar el primer paso…
Es verdad que en toda pelea siempre hay dos y que no siempre las cuestiones dependen de uno. Es verdad que a veces hay reticencia en la contraparte.
De lo segundo ya nos ocuparemos, por lo pronto Jesús dice: ‘Cuando las cosas dependen de tí, esto es lo que hay que hacer, da el primer paso’.
Para el discípulo no es suficiente con evitar hacer daño, lo cual ya de por sí es importante, sino el ser proactivo y creativo en el bien, tomar iniciativas.
La cuestión no es evitar las malas relaciones ignorando al hermano o convivir con las personas como si ellas no existieran. Lo importante es hacer algo para arreglarlas.
El gran valor de la fraternidad…
Qué fuerte es la palabra ‘hermano’. ¿Has visto cuántas veces Jesús la repite en esta enseñanza?
Lo que busca es poner el alto el gran valor de la fraternidad como horizonte de vida.
Notemos la insistencia: ‘El que se enoje… insulte… maldiga a su hermano’, ‘Si te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti…’, ‘Vete primero a reconciliarte con tu hermano’.
Este horizonte de fraternidad presupone el ejercicio de una real vida de hijos con Dios. Y ahí donde está la motivación fundamental.
Este ‘listón alto’ tiene un parámetro que está al final de esta enseñanza de Jesús. Esa es la motivación y la fuerza: ‘Ser como el Padre celestial’ (Mt 5,48). Es él quien inspira el ‘plus’ del estilo de vida del discípulo, tal como lo tradujo la vida terrena de Jesús.
Paternidad, en este caso, connota anhelo de familia. Lo que un padre/madre más anhela en su casa es que sus hijos se mantengan unidos y vivan en armonía. Esto es lo que espera de un hijo suyo el Padre Dios: anteponer a la defensa de las propias prerrogativas la capacidad por recuperar la armonía perdida.
Con el profeta Ezequiel (primera lectura) nos asomamos un poco al corazón de este Padre: él no encuentra placer en la muerte de quien se ha equivocado. ¡Todo lo contrario! Entonces, ¿qué es lo que a uno le debería dar más gusto?