Lectio ‘Palabra vivificante’. P. Fidel Oñoro cjm
Mc 8,22-26: La pedagogía del ver
El pasaje anterior del evangelio de Marcos terminaba con una serie de cuestionamientos de Jesús a sus discípulos: ’¿Tienen ojos y no ven? ¿Tienen orejas y no escuchan?… ¿Todavía no entienden?’ (8,21).
¿Por qué los discípulos no logran entender a Jesús?
Porque no saben lo que significa ver, porque por sí mismos no pueden y porque necesitan de alguien que les ayude a lograrlo.
Punto central en este nuevo relato es lo que podríamos llamar una ‘pedagogía del ver’: cómo Jesús te da una nueva luz.
En este pasaje podemos notar cómo en diversas etapas se va dando un progresivo camino personal que conduce de la ceguera a la visión.
Las etapas de la pedagogía por las que pasa el ciego de Betsaida son:
– Uno. Dejarse llevar por otros donde Jesús (8,22).
– Dos. Ser tomado de la mano por el mismo Jesús para ser conducido fuera del pueblo (8,23).
– Tres. Abrirse a un primer gesto curativo con la enunciación de lo que se experimenta (v.23-24).
– Cuatro. Requerir de un segundo gesto curativo necesario y complementario (v.25).
– Cinco. Ser enviado a la casa con el mandato preciso de no volver al pueblo (8,26).
En esta pedagogía curiosamente todo se divide en dos:
– Personajes anónimos le presentan a Jesús un ciego, pero enseguida Jesús se lo lleva aparte para tratar a solas con él.
– El ciego es sacado del pueblo y al final Jesús le manda que no vuelva a entrar.
– El ciego ve en dos pasos, primero regular y luego completamente; experimenta dos modalidades de curación complementarias.
– Hay una contraposición entre la casa y el pueblo.
¿Qué tal si observamos algunos detalles interesantes?
1. El contexto de Betsaida
Jesús y sus discípulos llegan en barca a Betsaida (8,22), meta del viaje iniciado en 6,45. Es el pueblo de algunos de los discípulos, Pedro, Andrés y Felipe.
Betsaida es un pueblo de frontera que combina ambiente pagano con judío.
El tema del discipulado y de la misión a todos, que se han venido perfilando en pasajes anteriores, se juntan en esta escena.
2. Le presentan un ciego a Jesús
El ciego experimenta dos maneras distintas del dejarse conducir.
Es curioso que el ciego no da señales de estar particularmente interesado en una posible curación de su ceguera. Son otros los que toman la iniciativa y lo llevan donde Jesús. Cada uno de nosotros llega donde Jesús gracias a otro que antes lo ha conocido y que luego se ha preocupado por llevarnos hasta su presencia.
Pero, enseguida, Jesús en persona se ocupa del ciego y lo lleva de la mano.
Jesús entra en relación profunda con él, por eso toman distancia del resto de la gente y tratan a solas.
Ser llevado ante Jesús y luego dejarse conducir por él, son dos momentos importantes en el camino de la fe.
Además, siguiendo la lógica de los pasajes anteriores, Jesús lleva aparte porque no quiere espectacularidad.
El gesto de sacarlo fuera del pueblo nos recuerda una frase de Jeremías 38,32, precisamente el texto que recuerda la primera alianza: ‘los tomé de la mano para sacarlos de Egipto’.
Ser tomado de la mano es un acto de liberación del propio ambiente de vida para abrirse a un nuevo espacio de desarrolla su identidad.
‘Lo condujo fuera del pueblo’. Jesús saca fuera de todo lo que retiene a la persona prisionera del mal, tomar distancia de la levadura de los fariseos y de la de Herodes que ha calado en la mentalidad de la gente y que está en franco conflicto con la lógica del Reino.
Por eso tiene sentido que le prohiba volver a entrar en el pueblo, como una especie de: no eches para atrás.
En este caso el paso liberador va de la ceguera a la visión profunda de las cosas y el estilo de vida que implica.
3. La apertura progresiva de la visión
Característico de este milagro es que se hace de a poquito.
Esta pedagogía se delinea a partir de verbos que usa el narrador, basados en el campo semántico (=los matices de significado de los términos) de la vista.
Ocurre así: se pasa del verbo que indica el acto físico del ‘ver’ (en griego ‘blepō’) a otro que indica una capacidad de distinguir las cosas una de la otra (‘dia-blepō’) para terminar con la capacidad de ver en profundidad y discernirlas claramente captando su mensaje (‘em-blepō’).
Después del primer gesto curativo, Jesús lo interroga y el ciego responde: ‘Veo a los hombres y los veo como árboles que caminan’ (8,24).
Es una expresión curiosa. Hoy a lo mejor diríamos tiene una fuerte miopía o una catarata tenaz. Pero es posible que esta imagen tenga un valor simbólico, esta no es una lección de optometría.
Veamos. En Marcos la expresión ‘los hombres’ con frecuencia tiene una connotación peyorativa. Connota a la gente que se contrapone o no entiende a Jesús (ver 3,28; 7,8; 8,27,33). Lo mismo ocurre con ‘los árboles’, sabemos que el mundo antiguo conocía los árboles sagrados y que eran objeto de idolatría (ver Salmo 115,3-8; 134,16-18).
Si esto es así, el ciego que empieza a ver, comienza a diferenciar, no sólo en la apariencia de las cosas, sino el mundo-ambiente del que es parte y del que comienza a tomar distancia.
4. El pueblo y la casa
Jesús hace una distinción entre dos espacios geográficos diferentes: la casa y el pueblo (v.26).
Al principio Jesús saca del pueblo al enfermo para hacer la curación (8,23) y al final le pide que no vuelva a entrar en él (8,26). Ya vimos la cuestión es no retroceder.
El espacio alternativo que Jesús le propone es el de la casa. La casa en este evangelio representa un espacio positivo (2,1.11.26; 3,20; 5,19.38). Es el espacio de la relación privilegiada con el Maestro, para ‘estar con Jesús’.
El estar con el Maestro te salva del riesgo de confundir personas con árboles y viceversa, con las consecuencias que puede tener esto.
‘Ver’ con esta visión que da Jesús, es aprender a reconocer al hermano que camina a nuestro lado.
En fin…
Vale pensar que el evangelista está de alguna manera preparando al lector para la escena siguiente que es la confesión de fe por parte de los discípulos.
En ella, una vez que Jesús los lleve fuera de ambiente cotidiano de vida (la orilla occidental del lago), llegarán a reconocer a Jesús como el Mesías, mostrarán así que han ‘visto’ y entendido a Jesús.
Pero, como ocurre con el ciego de Betsaida, todavía seguirán viendo regular, mostrando que todavía les falta en la comprensión de Jesús.
Las cosas ocurren de a poco porque todo seguidor necesita tiempos para habituase a la novedad de Dios, para comprender a Jesús, para hacer un sólido proceso de sanación exterior e interior.
Hay conversiones que necesitan tiempo. Hay procesos de fe que necesitan tiempo para madurar. Así cada uno podrá discernir la curación que está viviendo y si ésta se está dando del modo correcto.
Lo importante es avanzar, reconocer las etapas que hemos recorrido e identificar las que nos faltan, y, sobre todo, entender que siempre el camino con Jesús es un proceso de liberación.
Y no lo olvidemos, no puede ver quien no se deja ‘sacar’ y ‘conducir’ por la mano de Jesús.
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‘Entonces tomó el ciego de la mano’
Tómame de la mano, Maestro.
Llévame más allá de la oscuridad.
Fuera de la multitud que juzga
y que me afecta.
Tómame de la mano.
Haz que pueda ver.
Mil gracias por esta Lectio. Fascinante el desgloce de los versiculos y lo que representa.
Hay dos cosas que en este caminar cada día de conocimiento es aprender y manejar y sentir:
La docilidad
La humildad.
Y este palabra me enseña de estar ciega y en la obscuridad buscar siempre la fuente de Luz que alumbra mi camino, cada día.
Qué hermoso pasaje Bíblico, mi conclusión más que comentario es : Hoy veo más que ayer; muchas gracias y Bendiciones
Gracias Padre Fudel por tomarnos también de la mano y con tus enseñanzas querer llevarnos de la oscuridad a la luz.
Dios te bendiga.