Lc 1,67-79: Siete palabras que cantan un nacimiento

Lectio divina “Palabra vivificante”. P. Fidel Oñoro cjm

Lucas 1,67-79: Siete palabras que cantan un nacimiento

Estamos ya en vísperas de la navidad y el Evangelio pone en nuestros labios una oración a la que la liturgia de la Iglesia repite todas las mañanas: el ‘Benedictus’. El canto de alegría del anciano sacerdote Zacarías, quien vió aombrado el milagro de un nuevo nacimiento.

Y, así como le ocurrió a María, tampoco Zacarías pudo contener la alegría y su corazón dejó brotar un canto inspirado por el Espíritu Santo: ‘Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo”.

Es un canto que mira al mismo tiempo al Dios generador de vida y al niño recién nacido, hijo suyo y de Isabel, que llegó cuando menos lo esperaban.

Este canto nace de un silencio. El silencio no siempre es vacío. También el silencio habla. El largo silencio de nueve meses también provocó en Zacarías una gestación. Y cuando llegó el parto de Isabel, también la palabra tuvo un parto en Zacarías.

Hay siete palabras que van dando ritmo y contenido a la alabanza.

Primera palabra: ‘Bendito’

La primera y la última palabra se conectan y dan sentido al cántico: ‘Bendito’ (1,68) y ‘paz’ (1,79).

Entre las dos se traza un arco oracional. La primera palabra está dirigida a Dios y la última al hombre. La primera palabra es un “gracias” y la última, “paz”, es un augurio, un proyecto, una esperanza.

Entre estas dos palabras, Zacarías, padre contra toda esperanza, contra natura, reconecta su historia con la de Israel.

El impulso del canto es un ‘Bendito’, que se parece a una fuente de agua que, después de su salto al cielo, vuelve y baja para irrigar con el Shalom de Dios las rutas de todos los seres humanos.

Zacarías es así un hombre que bendice, a Dios y a un niño, que bendice a los hombres y al sol.

Este papá feliz, se mueve entre pasado y futuro, entre el recuerdo del pasado de Israel y la proyección de la esperanza futura.

El Benedictus está dividido entre pasado y futuro, así como nuestro presente está dividido entre lo que hemos vivido y lo que queremos inventar y proyectamos vivir. Cada uno de nosotros podría escribir su propio cantico sacando tinta del recuerdo y de la esperanza.

Segunda palabra: ‘Visita’

‘Porque ha visitado y redimido a su pueblo’ (1,68).

Entre este pasado y futuro está el presente de una visita de Dios a ‘su pueblo’.

Este pueblo tiene identidad e historia. Zacarías evoca a Abraham, a David y la predicación avasalladora de los profetas, habla de alianza y de fidelidad, de libertad y de redención. Y después habla de futuro, de caminos por recorrer, de luz que lo hace a uno radiante, la plenitud de la vida que es la paz, el Shalom de Dios.

Pero, como hemos hecho hacemos notar, lo primero es una mirada a Dios. Un Dios de la historia que ha entrado en la historia del pueblo de Israel de forma emblemática en Abraham y David, padre y líder de un pueblo de hijos en libertad. Esta misma presencia del Dios poderoso se ha percibido viva y actuante en la concepción y el nacimiento del niño Juan. Todo el pulso de Dios en una gran continuidad que no baja la guardia.

Tercera palabra: ‘Salvación’

‘Suscitándonos una fuerza de salvación… Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos… Para concedernos que, libres de temor, arrancados de las manos de nuestros enemigos’ (1, 69. 71. 74).

La salvación presupone una situación de peligro. ¿Cuáles son los grandes peligros de nuestra vida? ¿Cuáles son los riesgos que debemos afrontar en nuestra existencia?

Los peligros no se limitan a un arma que siembra muerte o a un virus o una bacteria que incuba muerte en nuestro cuerpo una enfermedad. Los mayores peligros son otros.

Jesús nos enseñará más adelante a tener miedo de la verdadera muerte, que es el fracasar la vida, una vida sin proyecto, sin realización, sin futuro, sin eternidad en el único que la puede dar, Dios.

Él nos libra del miedo de fracasar en el amor, de darle objetivos equivocados, sueños perdidos a nuestro intento.

“Salvación” viene del latín “salus” (salud), que a su vez, proviene del griego “holos”, que significa totalidad, estar completo.

Por tanto, salvación es reunir los fragmentos dispersos de nuestra vida en unidad consistente, es recoger las migajas que esparcen nuestras acciones.

Hay un centro en torno al cual todo lo que digo, hago, pienso, logra unidad, sentido y una profundidad única.

Salvación es encontrar esto que he perdido. Recupero la vida que había sido desviada, robada o adormecida.

Hay un enemigo que nos roba la vida. El tiempo roba la vida. También esto Dios nos restuitirá con una vida para siempre y en él.

Cuarta palabra: ‘Servicio’

“Para servir a Dios sin temor en santidad y justicia, en su presencia todos nuestros días’ (1,74-75).

Zacarías usa el verbo griego ‘latreuō’, que es habitual en el vocabulario litúrgico. Se trata de hecho, de un servicio a Dios.

Consiste en una dedicación a Dios, incluso cultual. Se expresa en la oración, pero también en el dirigirle a él todas las acciones de nuestro cuerpo.

Es un servicio ‘sin temor’ porque no es servidumbre, porque se hace como hijos y no como esclavos, porque el amor echa fuera el temor. A Dios nos dirigimos sin temor porque no es un patrón, sino un Padre.

Es un culto humilde y bellísimo, que consiste en el simple placer de existir, en el humilde y cotidiano gusto por la vida.

Alaba a Dios quien aprecia la creación y la vida y hace de cada día un mudo canto en todo lo que hace.

Quinta palabra: ‘Profeta’

“Tú, niño, serás profeta del Altísimo” (1,76).

Entramos en la segunda parte del canto. Se refiere a Juan recién nacido, el profeta precursor, y a Jesús a quien Juan le prepara el camino. Pasamos de la mirada a Dios a la mirada a un ser humano que abre caminos con su profecía.

‘Tú serás profeta…’. Es la respuesta a la pregunta que había quedado pendiente en la escena del nacimiento que leímos ayer: ‘¿Qué irá a ser de este niño?’ (1,66).

Se podría parafrasear:
‘Tú niño, hijo mío recién nacido,
pequeñín todavía sin palabras,
tú hablarás palabras de Dios,
tú serás profeta.
Tú caminarás y abrirás vías
que ha abierto antes,
y Dios te seguriá los pasos” (E.R.).

‘Tú serás profeta…’. Profeta es uno que habla en nombre de Dios, boca de Dios y boca de los pobres, el que le recuerda los hombres a Dios y les recuerda a los hombres qué quiere Dios. Es el susurro de Dios que grita bajo el sol y al ritmo del viento.

Sexta palabra: ‘Camino’

“Porque irás delante del Señor a preparar sus caminos’ (1 76).

El profeta hace sentir la cercanía de los pasos de Dios en el camino de la vida de cada persona.

El camino de Juan y el del Mesías vendrá desde el desierto y llegará al centro de la ciudad. No al revés. Desde la periferia, desde los últimos y los olvidados.

En esos caminos Dios me espera.

Séptima palabra: ‘Luz’

“Nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz’ (1,78-79).

‘Sol que nace de lo alto’, que viene de las entrañas del Dios que en su agitación interior es misericordia.

Es una luz vivificante que vence el mal para que todos tengamos el corazón y el rostro radiante.

Es una luz que abre horizontes, allí donde los caminos parece que se cierran y los buenos proyectos se frustran.

Es la luz del sol naciente, de un nuevo día. Una luz que fuerza un amanecer, una aurora que libera toda la luz sepultada en nosotros.

Con la venida de Jesús una gota de luz irrumpe en el corazón de todas las cosas.

“Esta luz guiará nuestros pasos,
Hasta que se vuelvan danza,
Sobre la ruta que lleva a la paz,
Al Shalom de Dios” (E. R.).

Repetir el Benedictus como himno de entrada en esta navidad, cuando quien nace es el Salvador a quien Juan le abre el camino, es proclamar con todo nuestro corazón:

“Por todo lo que ha ocurrido,
¡gracias!
Por todo lo que vendrá,
¡sí!
Por el pasado,
¡gracias!;
por el futuro,
¡sí!”
(E. R.).

Con este canto queda completo el adviento y comienza la navidad.

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