Rosa Virginia Pelletier, más conocida como Santa María Eufrasia fue una mujer entregada a Dios y a la comunidad, dejando como legado a las Hermanas Activas del Buen Pastor, que actualmente están en 71 países, siguiendo con la misión de entrega de su fundadora, quien se destacó en vida por ser una entregada misionera, a ejemplo de Cristo, buen pastor, buscando llevar siempre su rebaño por el buen camino, ampliándolo a tal punto que al momento de su muerte su congregación había fundado más de 110 monasterios con 20.000 mujeres entregadas a la labor evangelizadora.
La beata nació en Francia, específicamente en la isla de Noirmoutier, el 31 de julio de 1796; allí vivió su infancia, sufriendo la pérdida de su padre y su hermana a los 10 años, luego entró en la Orden de Nuestra Señora de la Caridad, convento que fue fundado por San Juan Eudes en 1641, allí recibió su nombre religioso y comenzó una gran misión que la llevaría convertirse en santa en 1940 de la mano del papa Pío XXII.
Desde joven se destacó en la Iglesia, pues siempre buscó seguir los pasos de Jesús, el buen pastor, por quien también se originó el nombre de sus congregadas. Su fervor y dedicación eran tales que pronto se convirtió en maestra de jóvenes penitentes y poco después, a la edad de 29 años ya era superiora del convento, era querida por su bondad y alegría frente al prójimo y respetada por su severidad en la enseñanza de la Palabra, por este contraste y su entrega al servicio fue bastante reconocida en su época.
Su frase más recordada es del llamado a que seamos ovejas del rebaño del Señor, “no olviden que para trabajar útilmente en la santificación de las almas es preciso ser santo, ser todo de Dios”, y bajo este lema vivía la beata, que tuvo en su momento dificultades con las jerarquías de la Iglesia que eran un poco reacias a aceptar su gran labor y trabajo.