Cada 8 de septiembre, la Iglesia Católica en todo el mundo celebra con gozo la Natividad de la Virgen María, una de las fiestas marianas más antiguas y queridas. Aunque los evangelios no narran los detalles de su nacimiento, la tradición de la Iglesia, iluminada por textos antiguos como el Protoevangelio de Santiago, nos cuenta que María fue concebida milagrosamente por Joaquín y Ana, un matrimonio de edad avanzada que no podía tener hijos.
Su nacimiento, celebrado nueve meses después de la solemnidad de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre), marca el inicio visible de la historia de la salvación, porque en ella Dios preparó la cuna más pura para recibir a su Hijo Jesús.
El origen de esta fiesta se remonta al siglo V en Jerusalén, donde se construyó una basílica en el lugar donde según la tradición habría nacido la Virgen. Más tarde en Roma, el Papa Sergio I la incorporó al calendario litúrgico en el siglo VIII.
Es una fecha especial también porque en el calendario romano solo se celebran tres nacimientos: el de Jesús (25 de diciembre), el de San Juan Bautista (24 de junio) y el de la Santísima Virgen María (8 de septiembre). Esta elección subraya la importancia única de María, cuyo “sí” abrió la puerta a la encarnación del Hijo de Dios.
La fiesta de la Natividad de María no solo recuerda su nacimiento, sino que también nos invita a reflexionar sobre el amor de Dios, que en su providencia nos regaló a una Madre cercana, tierna y protectora. Como decía San Juan Damasceno:
“Por medio de María, la tristeza de Eva se transformó en gozo, y toda la creación ofreció al Creador el mejor de todos los dones: aquella augusta Madre, digna del Creador.”
Muchos fieles conmemoran este día participando en la Eucaristía, rezando el Rosario o elevando oraciones de gratitud por la vida de la Virgen, quien es para la Iglesia un signo de esperanza, consuelo y refugio.
Oración para la Natividad de la Virgen María
Padre Celestial, Tú has querido que en María se reflejara tu amor.
Gracias por habernos dado una Madre tan perfecta, llena de ternura y solicitud.
Ella nos revela tu rostro de bondad y tu misericordia infinita.
Concédenos imitar su fe, su obediencia y su confianza en los momentos de prueba.
Que en su nacimiento celebremos el inicio de nuestra salvación.
Amén.