La Fe y la Esperanza que nos transforma

En adviento nos invita a vivir intensamente dos dimensiones esenciales de nuestra relación con Dios: la esperanza en la obra transformadora de Dios  y la fe como respuesta a su amor misericordioso.  Dios transforma la realidad y los corazones, de aquellos que se abren a su gracia y confían en su promesa.

El profeta Isaías proclama un mensaje de esperanza: “Aquel día los sordos oirán las palabras del libro de la Ley. Y los ojos de los ciegos recibirán la luz, saliendo de las tinieblas y oscuridad. Y los mansos se alegraran cada día más y más en el Señor, y loa antes pobres se regocijarán en el Santo de Israel.” (Isaías 29,18-18).  Dios transformará la vida de aquellos que no oyen su Palabra, de aquel que solo ve oscuridad. Los sordos oirán, los ciegos verán, los pobres y humildes se regocijarán en el Señor.

¿Qué significa todo esto para nosotros hoy? La Palabra profética de Isaías no es solo para un pueblo en el pasado; es una Promesa para nosotros hoy, llamados a confiar en que Dios puede renovar nuestras vidas. Incluso en los momentos más oscuros o cuando enfrentamos situaciones que parecen imposibles, Dios tiene el poder de traer luz, cambiar circunstancias, sanar, restaurar, traer alegría. Él puede transformarlo todo, pero especialmente nuestros corazones endurecidos, necesitados de Él. Isaías nos recuerda que Dios es fiel a sus promesas y que su obra de restauración está en marcha. Su Palabra nos desafía a abrirnos a la acción de Dios en nuestras vidas.

En los Evangelios, vemos en Jesús el cumplimiento de todas las promesas de Dios. Jesús es la esperanza encarnada, Él tiene el poder de dar vista a los ciegos, de abrir los oídos de los sordos, de sanar y restaurar aun las vidas más destrozadas. Como en el evangelio de Mateo, donde le devuelve la vista a dos ciegos que lo buscaron con fe. “Partiendo Jesús de aquel lugar, le siguieron dos ciegos, gritando y diciendo: Hijo de David, ten compasión de nosotros. Luego que llegó a casa, se le presentaron los ciegos. Y Jesús les dijo: ¿Creen que yo puedo hacer eso que me piden? Le dicen: sí, Señor. Entonces les tocó los ojos, diciendo: Según sea su fe así les sea hecho. Y se les abrieron los ojos” ( Mateo 9, 27-30). Este milagro no solo revela el poder de Jesús, sino que pone en el centro el papel de la fe: ”¿Creen que puedo hacer eso que me piden?”. Al responder “Sí, Señor”, los ciegos confirman su confianza plena en Él, lo que les permite experimentar el poder sanador de Jesús, que ahora nos hace la misma pregunta personalmente, ¿Crees que puedo hacer por ti lo que me estas pidiendo?

Nuestra fe en Jesucristo no puede ser solamente emocional, de un momento pasajero. Debe ser la expresión de una relación personal con ÉL, basada en el amor y la confianza. La fe y la esperanza en Dios nos abre la posibilidad de un cambio profundo, de una transformación no solo física, sino espiritual, mental, integral, de corazón,  que nos da una nueva visión de la vida. Ese es el verdadero adviento, la fe y la esperanza en Jesús que viene a transformar nuestra vida y llenarla de alegría. Que hermoso es el adviento.

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