El ser humano, debido a su naturaleza está llamado a la vida en comunidad. En su trabajo, en el estudio, mientras se desplaza en el transporte público hasta cuando tiene que hacer diligencias está interactuando con los demás. También, se juntan los que tienen gustos musicales, hobbies, aprecio por un equipo hasta por determinado tipo de comida o de filmes. Lo anterior, brinda luces para tener claro que el hombre en sí, por su esencia, es diverso y tiene miles de formas de relacionarse.
Capacitado para encontrarse con los demás:
La Constitución Pastoral Gaudium et Spes en su numeral 25 recuerda que el desarrollo de la persona y el crecimiento de la sociedad están intrínsecamente relacionados. Resalta que el hombre tiene absoluta necesidad de la vida social, ya que, por medio del trato recíproco con el otro, el servicio engrandece todas sus cualidades y le ayuda a responder a su vocación.
La Iglesia es parte de la voluntad del Padre:
Dios, en principio se reveló a un grupo de hombres que fueron las cabezas de las comunidades presentes en el Antiguo Testamento, con la llegada de Jesucristo al mundo se plenifica la expansión del mensaje de salvación a todo el género humano. Fruto de ello se dio la necesidad de congregar y de vivir en fraternidad el mandando de Cristo «Ámense los unos a los otros».
El don precioso que Cristo ha dado:
Con la venida del Espíritu Santo la comunidad se convierte en el regalo más grande que les da Cristo a sus apóstoles y al mundo entero. La enseñanza de los apóstoles, la fracción del pan y la oración se convierten en los pilares fundamentales de toda comunidad carismática presente en la Iglesia. Sobre las enseñanzas que el Señor dio se fundamentó el crecimiento de lo que se conoce hoy como el catolicismo y sigue manifestándose en los diversos movimientos presentes a lo largo y ancho del mundo que tienen por objetivo anunciar la Buena Nueva del Señor.
