Nuestra vida nueva en Cristo demanda de nosotros un constante crecimiento. La lectura de la Palabra, la oración diaria y la comunión con el Señor nos permiten entre otras cosas, cultivar y avivar los dones que por llenura del Espíritu Santo han sido puestos en nosotros. En el programa radial de Hoy es tu día, el padre Javier Riveros, director de la Emisora Minuto de Dios Bogotá y Medellín, nos comparte una enseñanza poderosa, perfecta para afirmarnos cada día en la fe en Cristo.
En la segunda carta a Timoteo capítulo 1; versos del 6 al 9, Pablo le escribe a Timoteo y le hace una especial recomendación la cual trasciende a la Iglesia de este tiempo: “Aviva el fuego del don de Dios…”
Qué tan importante y pertinente es esta recomendación de Pablo ahora para todos nosotros. Mantener viva la llama de la Gracia del Señor en nosotros nos permite enfrentar las adversidades que como hijos de Dios tenemos que pasar. Unas de las primeras situaciones que vivimos es el reproche y la burla del mundo ante nuestra fe. “No te avergüences de dar testimonio de Dios con tu vida” nos dice el @padreriveros. No callemos la obra que el Señor ha empezado a hacer en nosotros ni seamos obstáculo de su accionar en nuestros corazones. Decirle al mundo lo que Dios hace con y en nosotros es reconocer que cada día nos estamos llenando de Él. Recuerda que “tu presencia sea un testimonio del Señor”.
El Señor nos ha dado su Espíritu y con Él la fortaleza, el amor y la prudencia. Fortaleza con la cual podemos resistir con humildad como Esteban y glorificar a Dios aun en medio de la más intensa de las vicisitudes. Amor, para amar a todos sin distinción, incluso a aquellos que en medio de su ceguera espiritual procuran nuestro mal y Prudencia, para obrar conforme al Espíritu Santo, para no obrar llevados por los deseos de la carne o gobernados por las emociones del momento, sino para discernir y derribar toda trampa que el maligno haya tendido en nuestro camino.
Nuestra protección está en permitirle al Espíritu Santo arder en nosotros. Él es la llama que arde pero no se consume, como la manifestación de Dios a Moisés a través de la zarza. Avivemos cada día, sin descanso estos dones que el Señor ha depositado en nosotros, clamemos por su Presencia viva en nuestro ser y pidamos un revestimiento de su Poder, que su Llenura sea tal, que hasta nuestro silencio de testimonio de su Grandeza.
“Mi Señor y Padre, quiero habitar cada día más en tu Presencia. Que tu Gloria inunde todo mi ser y los dones de tu Santo Espíritu aumenten en mi corazón. Necesito tu fuego en mí. Séllame para ser un cristiano genuino y no permitas que mis acciones nieguen tu Obrar en mi ser. Es mi oración hoy. Amén”